Otoño es la estación del año que más energía concentra. Tras el estío -y éste de 2015 ha sido realmente agosteño-, la naturaleza, la bolsa y la política están que arden, prestas a girar. Tormentas, crash, crisis y retos políticos menudean en otoño.
España, la democracia española y la economía española tienen en este otoño, pues, un desafío no menor. La entidad misma del país, su sistema político y su capacidad económica están en cuestión. ¿Se mantendrá la recuperación económica? ¿Votará Cataluña en las elecciones autonómicas en clave constitucionalista? ¿Votará España en las elecciones generales en clave no populista? Los riesgos que se deducen de estos tres retos concatenados son grandes, siendo así que la economía global flaquea, que el separatismo catalán desafía y que el sistema de partidos español renquea. Puede preverse el resultado final: España, su democracia y su economía no se hundirán. Pero el precio de su mantenimiento está por precisar y podría llegar a ser elevado.
De estos tres retos otoñales, consideremos el más inmediato y tangible, el catalán. Fomento del Trabajo Nacional, la histórica gran patronal catalana, se ha pronunciado este martes 1 de septiembre: "la convocatoria electoral del 27 de septiembre de 2015 incorpora una dimensión política extraordinaria y excepcional debido a que varias candidaturas plantean un proceso secesionista, circunstancia que genera tensión y máxima preocupación desde la perspectiva económica y empresarial. Es obvia la incertidumbre empresarial frente a un debate político que pone en cuestión la pertenencia a la Unión Europea y a la zona euro, con todas las consecuencias que esto tiene para el sistema financiero catalán. El "nuevo Gobierno [de la Generalitat] será responsable de gobernar para todos los ciudadanos y [?] deberá formarse dentro del marco legal, en un entorno de seguridad jurídica sobre las libertades, derechos y obligaciones".
Como en el mercado, empieza a formarse un consenso acerca del resultado del reto del separatismo catalán: la secesión, y su consecuente crash económico, no se producirán. Pero, tras varios años de desafío separatista, en este caliente otoño 2015 habrá un punto álgido, de modo que la confrontación se enseñoreará de la sociedad catalana y de la política española, lo que hace que la recesión económica de Cataluña esté servida.
Secesión no, pero recesión sí. Indicios del declive de Cataluña se perciben. Hastiadas, las empresas invierten fuera de Cataluña, y algunas echan el cierre, como Valeo que concentra su actividad en Aragón. Las elecciones del 27-S son autonómicas, pero han sido revestidas de una dialéctica frentista impresionante y si las ganaran los separatistas serían el preludio de una severa inestabilidad.
El 27-S ¿qué mayoría habrá? Sustancialmente, depende de la participación: si es superior al 75 %, el voto constitucionalista puede vencer y los partidos constitucionalistas (PP, PSC, Ciutadans y UDC) podrían formar Gobierno. En cambio, si ocurriera como en las elecciones autonómicas anteriores, donde fue importante la abstención de los votantes castellanoparlantes, los partidos separatistas podrían propiciar una "declaración unilateral de independencia". Aunque a palabras necias, oídos sordos, esto es, aún cuando semejante pronunciamiento no tuviera consecuencia práctica alguna en Cataluña y el resto de España, ni tampoco naturalmente obtuviera ningún reconocimiento internacional, si una mayoría separatista de diputados autonómicos catalanes proclamara la "independencia" el escenario político, económico y social de Cataluña y de España se complicaría mucho. Más aún si aquella declaración se emitiera en un momento en que hubiera convocadas elecciones generales, o peor todavía si éstas se hubieran celebrado y el Gobierno de España estuviera en funciones.
La participación es, pues, la clave sobre la que se tratará de incidir en la campaña electoral catalana: el constitucionalismo, para maximizarla; el separatismo, para minimizarla. El temor a la independencia y el pavor al crash económico, social y político, y la llamada a la razón estarán en un lado; el buenismo del cuento de la lechera separatista y la apelación al victimismo y al sentimiento estarán enfrente. Al acercarse momentos decisivos para todos, y si atendemos a los precedentes culturalmente más cercanos, al referéndum escocés del 9 de septiembre 2014 y a los referéndum quebequeses de 1980 y 1995, es previsible en Cataluña un auge del voto constitucionalista. Ojalá en este 27-S el voto constitucionalista catalán sea suficiente para evitar daños severos a Cataluña y al resto de España, a su democracia, libertad y Estado de derecho así como al bienestar y progreso de sus ciudadanos.
El separatismo parece haber entrado, efectivamente, en su atardecer. Desde hace meses despierta menos fervor, moviliza menos, y los catalanes empiezan a percibir la alternativa del constitucionalismo. Probablemente, el próximo 11 de septiembre el tradicional desfile secesionista sea menor. En este otoño se acerca un momento determinante para el independentismo: ganar unas elecciones regionales ordinarias y proclamar la "independencia", con sus profundos efectos concatenados sobre la política y el Estado español; o bien perderlas y ceder el gobierno de la Generalitat al constitucionalismo. Ojalá en este otoño se confirme ya el ocaso del separatismo catalán y con ello se abra paso la regeneración de la democracia y de la economía de España.