Opinión

La letra y la música de la nueva frontera empresarial

Juan Pablo Lázaro confirmó ayer su alternativa como figura emergente en el mundo empresarial. Y lo hizo a lo grande, arropado por todos los que son y están en el mundillo político, económico y periodístico que tienen un olfato especial para detectar quien huele a poder y en qué momento.

Allí estaban, entre otros, los ministros de Exteriores, García-Margallo, y de Empleo, Fátima Báñez, los presidentes del Congreso y del Senado, los secretarios de Estado de Comercio y de Administraciones Públicas, la presidenta de la Comunidad de Madrid y su consejera de Economía, el portavoz del PSOE en el ayuntamiento de la Capital, y una selecta representación del colectivo empresarial encabezados por el presidente de la CEOE, Juan Rosell, y los grandes bancos.

La crème de la crème, de esta celtiberia nuestra. Y, a decir verdad, Juan Pablo Lázaro no defraudó. Con un lenguaje claro y directo el presidente de la patronal madrileña lanzó un doble mensaje, diciendo lo que muchos no querían oír y a quien se lo tenía que decir. A las administraciones públicas primero, y a los empresarios, patronal incluida, después.

Con los poderes públicos no tuvo reparos en hurgarles en las llagas de una fiscalidad y unos precios de la energía abusivos que son el principal lastre para la competitividad de las empresas, además de la inseguridad jurídica y la amenaza de las políticas "radicales y trasnochadas" como las de Carmena en Madrid o su homóloga Colau en Barcelona.

Y con idéntica osadía se atrevió con sus compañeros de milicia empresarial cuando les espetó que España no tiene un problema de salarios sino de costes laborales, les reprochó su indolencia con la formación, les instó a liderar la responsabilidad social y, en contra de la tesis oficial de CEOE, apostilló que la temporalidad en el empleo es injusta para los trabajadores pero también para las empresas.

Fue un discurso nuevo para una sociedad distinta e una era de valientes, como el mismo definió el momento actual de España. Y la música suena bien. Lo que hace falta es que la letra le acompañe. Que hechos son amores...

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