Opinión

Grecia y UE: las espadas están en todo lo alto

Así estarán el domingo cuando se reúna el Consejo Europeo para analizar por enésima vez el caso griego y opte por una epifanía o por una tragedia, pues al castellano le sobran palabras de origen griego donde elegir. Todo parece por fin bien encaminado, pero ya hemos visto demasiados cambios en este asunto como para arriesgar predicciones.

Alexis Tsipras fue elegido en enero al frente de un país en muy malas condiciones tras muchos años de engañarnos a todos sobre el estado de sus cuentas públicas. No lo tenía fácil, pero seis meses después ha conseguido empeorar notablemente la salud del enfermo. Grecia ha dejado de pagar al FMI y se ha colocado en compañía de morosos como Sudán, Somalia o Afganistán.

No es para estar orgullosos. Peor aún, tras varios desplantes a sus socios, algo dudosamente recomendable, Tsipras acabó metido en un callejón sin salida y se quitó de encima la responsabilidad, trasladándola al pueblo griego en un referéndum de alambicada pregunta sobre una oferta europea que ya no estaba sobre la mesa. Eso no es democracia sino un despropósito. A un gobernante se le elige para que gobierne y gobernar implica tomar decisiones y no pasarle a otro la patata caliente.

Pero hay que reconocer que desde su punto de vista la jugada le ha salido bien, porque la opción del "no" que él defendía ha sacado 20 puntos de ventaja a la del "sí", reflejando el hartazgo y la desesperanza del pueblo griego ante la dureza de una política de austeridad a la que no veían fin. Él y el ala dura de Syriza han salido reforzados de la consulta popular.

Es verdad que una política de austeridad sin crecimiento tiene un coste social muy alto y puede ahogar a un país, pero no lo es menos que Grecia parecía ser un pozo sin fondo que engullía cuanto dinero se ponía a su disposición sin contrapartidas, y eso no es serio.

Conviene recordar que España es el cuarto acreedor de Grecia tras Alemania (84.000 millones de euros), Francia e Italia. Nos deben 26.000 millones, más que al BCE, al FMI o al Reino Unido. Pero el mensaje del pueblo griego ha sido contundente y sería un error no escucharlo. Otra cosa es qué hacer ahora. Lo que muchos en Europa interpretaron como un portazo a Europa y al euro, un paso hacia el llamado Grexit, es visto desde Atenas como un mandato democrático para negociar con más fuerza, con la fortaleza que da el respaldo mayoritario del pueblo.

Pero no es seguro que ese argumento vaya a convencer a los acreedores y, además, también podría suceder que ese respaldo popular restrinja la capacidad de maniobra del Gobierno griego en cuyo campo está ahora la bola. Un problema añadido es que aquí todos tienen que salvar la cara, pero los griegos aún más que antes, y eso, en teoría, no facilita nada las cosas, pues no será fácil conciliar el respeto a la ortodoxia y a las reglas con las demandas derivadas del referéndum. A fin de cuentas, el euro puede vivir sin Grecia y Grecia puede vivir sin el euro..., pero todos saldríamos perdiendo.

Nadie quiere que Grecia salga del euro, pero nos lo han puesto muy difícil y cada vez hay más voces que piensan que esa podría ser la mejor solución si se hace con suavidad y sin afectar a su pertenencia a la UE o a la OTAN, que nunca han estado en discusión pues todos somos conscientes del valor geopolítico de Grecia en el área balcánica. Nadie lo desea, pero el Grexit ha estado más cerca que nunca. Es lo que ocurre cuando se juega de farol.

Tsipras llegó al gobierno con un programa lleno de promesas hechas, no con su dinero, sino con el de sus acreedores y cuando se ha visto acorralado ha puesto un corralito a sus conciudadanos y ha lanzado a Bruselas el órdago del referéndum sin cartas en la mano. El apoyo de sus paisanos no le ha dado un póker de ases. El único ministro de Finanzas que ha cambiado ha sido el griego, los ministros europeos siguen en sus puestos y sus posturas son las mismas que antes del referéndum.

Pero todo esto es la teoría porque la realidad es otra, es terca y se acaba imponiéndose. Grecia está contra las cuerdas y el respaldo al "no" en el referéndum, que parecía que iba a endurecer la postura negociadora griega, ha hecho lo contrario y la ha suavizado. Respaldado por el voto, Tsipras no ha tenido más remedio que presentar un programa con tres medidas que hasta ahora había tratado de evitar: la petición de un rescate completo que le deja tres años bajo tutela comunitaria, una reforma fiscal que incluye con carácter inmediato el espinoso tema de las pensiones, y la renuncia a incluir la reestructuración de la deuda en el paquete del rescate.

Europa ha respondido manteniendo sus líneas de liquidez de emergencia hasta el domingo y ayer jueves era un día crucial porque hubo que poner la letra pequeña a la propuesta griega en el Europrupo. Si las cosas salen bien, todos saldremos ganando y la Unión Europea y su núcleo duro que es la Unión Monetaria saldrán reforzados. Todo en el último momento y muy a la europea. ¿Podremos gritar eureka el domingo?

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