Opinión

El contagio de la fiesta griega

  • Podría causar un 'crack' financiero

Podríamos titular al estilo sesudo: "Grecia rompe Europa" o "Europa ¿salvará a Grecia?"; o bien al estilo friki: "Chiquillada o soberanía". La mayoría de griegos que este domingo votó "no" está eufórica. Sin duda, el daño infringido a Europa es mucho. Como todos los europeos creemos siempre, la mayoría de griegos creen que no pasa nada, que la fiesta continuará. A lo peor, el comportamiento de la mayoría griega es racional: votar en contra sería un modo de maximizar lo que obtenga de Europa. No obstante, hay dudas sobre si este juego griego es de suma cero, como aseveran los radicales, o es win-win (en este caso, sería lose-lose, todos pierden), según creen los sensatos.

Dícese que "ahora habrá que gestionar el no". Lo más probable, pues, es que a Grecia se le conceda más crédito, se le exonere de amortizaciones e intereses y se le reduzca la deuda pendiente. Entre 27 países socios siempre aparecerá alguno que apoye al gobierno griego, sea por vocación -son buena gente, algo radicales de tan obnubilados por lo mucho que han sufrido-, sea para incrementar su visibilidad -la gran Francia, la hermana Italia o la frágil Chipre- o sea por interés -ahora te apoyo en esto, y mañana tú me apoyas en aquello-. Éste es el procedimiento comunitario y la política contemporánea, dónde el futuro del partido en la oposición depende de su capacidad para contradecir al partido del gobierno.

Se dirá que es más barato pagar la factura de Grecia. Sí, es más cómodo entregar otros miles de millones de euros que ayudar a Grecia a ser una economía competitiva y un Estado cabal. Obviamente, el rescate de Grecia en mayo 2010 fue un error de calado, como lo han sido los posteriores. Estos errores los ha cometido la Unión Europea con obstinación, e incluso contradiciendo los tratados, que explícitamente prohibían el rescate de un Estado miembro.

Sea comedia o drama, la cuestión griega sintetiza lo peor de la economía y lo peor de la política. También muestra las limitaciones de la europeisación, los límites del influjo positivo sobre un país de las mejores prácticas y de las mejores condiciones para desarrollarse y converger con los más avanzados. Tras décadas en un club de naciones desarrolladas y virtuosas, hoy Grecia es una economía fallida y va camino de ser un Estado fallido.

Seguimos en vilo por la "solución" de la cuestión griega: más de lo mismo (más crédito y reestructuración de la deuda, sin "reformas estructurales") o cambio cualitativo (con emisión de un medio de pago nuevo, y sin o con salida del euro). De momento, Grecia lleva una semana en default y en semi corralito, aunque los pagos a funcionarios y pensionistas se realizan.

El curso de la cuestión griega importa a Grecia y a todos cuantos asumirán su coste directo (importes perdidos por prestamistas y bancos) e indirecto (coste para todos de la mayor inestabilidad financiera y económica, y de los mayores intereses), económico y político. Vayamos al coste indirecto, a menudo llamado contagio, porque afecta a terceros y en grado variable. El contagio económico puede ser liviano, si como hasta ahora los mercados van descontando opciones. Pero podría llevar a un crack financiero, siendo así que las circunstancias financieras globales no son boyantes y que la calidad y magnitud de la cuestión griega no es menor.

El contagio político de la cuestión griega también puede ser grave. En este caso, el contagio se refiere a la extensión del voto populista, por ejemplo en países mediterráneos con elecciones importantes este próximo otoño, señaladamente España, así como Italia, Francia, Portugal y varios países del este de Europa.

En consecuencia, la cuestión griega puede tener un efecto demostración significativo. En efecto, aunque en Grecia lo peor está ocurriendo (default, corralito, voto "no" a Europa y a las reformas), no hay consecuencias inmediatas negativas, merced a la protección de Europa. Los ciudadanos europeos, en particular los votantes españoles, pueden ver que en economía y en política lo peor sí puede ocurrir y puede ser "bueno".

Al concluir nos queda una duda: ¿qué contagio tiene más riesgo y puede ser peor? ¿El de la economía y los mercados descalabrados? O ¿el de la política y los votantes soliviantados? A pesar de la red protectora de la Unión Europea, si los dos contagios se conjuntan los efectos serán trágicos.

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