Opinión

China: ¿corrupción o crecimiento?

  • Muchos creen que eliminar la corrupción atenta contra la prosperidad

La campaña anticorrupción lanzada por el presidente chino Xi Jinping, que ya se cobró a muchos tigres de alto nivel en el Gobierno, se promociona como un componente fundamental de las reformas estructurales que China necesita para crear una economía de mercado más sostenible e inclusiva. Pero muchos temen que en un país donde la actuación de los funcionarios públicos es muy importante para el crecimiento económico, eliminar la corrupción atente contra la prosperidad.

Algunos mencionan los problemas recientes de restaurantes y hoteles de lujo (que en China, dependen en gran medida del gasto oficial) como prueba de que la campaña anticorrupción desalienta actividades favorables al crecimiento. Pero es probable que la caída sea temporal y que, tras un período de ajuste, aparezcan nuevos clientes.

Una causa de inquietud más creíble es que los intentos de terminar con la corrupción puedan quitar a los funcionarios públicos incentivos para promover el crecimiento. Al fin y al cabo, a gran crecimiento, grandes rentas, que los funcionarios pueden derivar mediante prácticas corruptas hacia sí mismos y hacia sus protegidos y amigos. Según este razonamiento, al eliminar estas prácticas, los funcionarios ya no podrán sacar provecho del crecimiento económico y no tendrán tantos motivos para alentarlo.

Pero este argumento no es irrebatible. Una de las formas más comunes de corrupción es la venta de puestos en el Gobierno, una práctica que poco tiene que ver con el crecimiento, sobre todo viniendo de oficiales militares de alto rango, como los generales del Ejército Popular de Liberación arrestados durante la campaña por dar ascensos a cambio de sobornos.

Otra inquietud importante es que quitar a las empresas medios para lubricar engranajes (es decir, sobornar a funcionarios para eludir regulaciones excesivas) pueda perjudicar su desempeño. Y de hecho, incluso tras treinta años de reformas, la productividad de la economía china sigue limitada por altos niveles de burocracia.

Pero este argumento también tiene defectos. El más importante es que para que dichos sobornos alienten el crecimiento económico en forma significativa o sostenible, deberían ser práctica común de una amplia gama de empresas, no sólo las más ricas y mejor conectadas. No es lo que sucede en la actualidad; la mayoría de los funcionarios chinos acusados hasta ahora habían aceptado sobornos de un único empresario, con lo que permitían a su empresa obtener una posición monopólica.

De modo que, aunque en China el soborno pueda facilitar el crecimiento hasta cierto punto, no promueve un entorno empresarial competitivo que haga posibles ganancias a largo plazo. Lo cierto es que la corrupción supone un impuesto considerable y a menudo arbitrario para las empresas, sobre todo porque quita a los funcionarios incentivos para reducir la burocracia en beneficio de todas ellas, un cambio que realmente impulsaría el crecimiento.

La conclusión es clara: los costos de la corrupción superan con creces los beneficios (y no solamente en China). Desde la Segunda Guerra Mundial, muchos países intentaron hacer la transición del nivel de ingresos bajos al de altos, pero sólo trece lo lograron, y en todos ellos la corrupción pública era relativamente escasa.

En vista de lo cual, podríamos preguntarnos cómo se las arregló China para lograr un crecimiento tan impresionante estos últimos 20 años, a pesar de la corrupción rampante. Es probable que la respuesta esté en su selectocracia. A diferencia de las democracias, donde los ciudadanos eligen a los funcionarios del Gobierno según criterios propios, en la selectocracia china, el ascenso de los funcionarios lo decide el Partido Comunista de China, y se basa en su capacidad de promover los objetivos principales del partido, entre los que destaca el crecimiento.

Claro que las conexiones políticas y la lealtad también influyen en los ascensos, sobre todo en los niveles más altos del Gobierno. Pero como señala un trabajo del politólogo Pierre Landry, de la Universidad de Pittsburgh, y otros autores, el factor más importante es el crecimiento económico, particularmente para los funcionarios de los condados y municipios, donde tienen lugar muchas de las actividades públicas de las que depende el crecimiento (por ejemplo, la inversión en infraestructura).

La posibilidad de un ascenso da a los funcionarios fuertes motivos para impulsar el crecimiento. Piénsese en Liu Zhijun, ex ministro de ferrocarriles y promotor del frenesí del tendido de vías férreas de alta velocidad en China. Sus ansias de realización profesional (y especialmente, su deseo de obtener ascensos) motivaron importantes contribuciones suyas al crecimiento del PIB de China.

Pero Liu también se entregó a un abuso de poder a gran escala (al momento de su arresto, en 2011, había aceptado más de diez millones de dólares en sobornos) que provocó importantes pérdidas económicas para el Estado. Su condena a muerte (en suspenso) puede disuadir a otros funcionarios de imitar su ejemplo.

Si funcionarios corruptos pueden contribuir tanto al crecimiento ¿cuánto más otros respetuosos de las leyes? Sólo necesitan fuertes incentivos para ser proactivos. En este sentido, la selectocracia de China, que promete ascensos a los funcionarios más eficaces en la promoción del crecimiento, puede ser la clave que explique el impresionante historial económico del país.

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