
Los independentistas escoceses podrían tener en sus manos el destino de Gran Bretaña a partir de las elecciones del jueves. Ningún candidato conseguirá los 326 escaños (650 tiene la Cámara de los Comunes) necesarios para acceder al 10 de Downing Street.
Desde que los escoceses rechazaran la independencia, la promesa de una profunda devolución de poderes se ha diluido en un proyecto que solo incluye módicas ampliaciones de la presente autonomía. El Partido Nacional Escocés ha crecido de manera espectacular. Las encuestas pronostican que puede pasar de los seis miembros actuales a 59 en Westminster. Un número determinante en una cámara de extrema paridad entre conservadores y laboristas. Con más de 50 parlamentarios serían tercera fuerza. En el sistema electoral británico los partidos regionales obtienen una representación parlamentaria muy superior a su porcentaje de votos.
Nicola Sturgeon, ministra principal de Escocia y líder de los independentistas, ofrece al laborista Ed Miliband su apoyo para formar una coalición. ¿Se intuye el sueño de conseguir un nuevo referéndum para romper la unión detrás de esa mano tendida? Sturgeon no lo descarta taxativamente. Entre las circunstancias que reabrirían esta cuestión, citó la posibilidad de que el Gobierno avance con la idea de romper con la UE. Los escoceses continúan siendo con mucho los británicos más europeístas y contrarios al plan del primer ministro conservador, David Cameron, de consultar en 2017 a la población sobre una eventual salida.
Los conservadores agitan entre los ingleses (el 80 por cien de los británicos) el miedo a un pacto laborista-separatista. Algo que Miliband - por el momento - rechaza. Pero si Cameron intentara formar un gobierno provisional en minoría, Miliband requeriría para impedirlo con una moción de confianza los votos del SNP. También podría gestionar un acuerdo tácito para obtener la abstención escocesa y formar él un gobierno minoritario. Se impondrá, en todo caso, la negociación y el compromiso con Edimburgo. Y el coste será alto. Entre las demandas de la líder escocesa está terminar con los recortes, aumentar el gasto social y remover de las costas escocesas el arsenal nuclear británico. Sin olvidar un mayor autogobierno - esta vez real - y, quizá, hasta la negociación de otro referéndum.
El euroescepticismo para contener el populismo y la demagogia anti-inmigración del Partido de la Independencia, UKIP, caracteriza a la mediocre política exterior británica actual. Una maniobra aldeana incluso contraproducente para la relación - cada vez menos especial- con EEUU. Y es que a Washington le interesa Londres dentro de la UE. No está nada claro qué ganaría abandonando la UE. Lo que sí se ha calculado es que el Brexit costaría al país más de 300.000 millones de euros. Tras un periodo de transición los efectos negativos mostrarían toda su contundencia. La renta per cápita en 2030 estaría entre un 0,6 por ciento y un 3,0 por ciento por debajo del nivel que sería de esperar si permaneciese en la UE.
Con una diplomacia económica desacertada intenta saciar su hipertrofiado sector financiero. Tras dedicarse a blanquear dinero de oligarcas rusos, Londres muestra muy poco interés en castigar económicamente a Moscú. En el caso del Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura, impulsado por China, boicoteado por EEUU, Gran Bretaña se sumó sin ni siquiera negociar sus condiciones de entrada.
Cameron se compromete a que un Gobierno conservador no subiría los impuestos reduciendo, al mismo tiempo, el déficit fiscal a cero. Su mensaje es que han aplicado medidas "dolorosas y necesarias" que dieron resultado: el año pasado la economía creció un 2,7 por ciento. Los conservadores prometen garantizar un crecimiento a largo plazo. El problema es que según datos oficiales esta semana, el incremento en este primer trimestre fue del 0,3 por ciento, (la mitad que el previo). Peor que esa clara desaceleración es la percepción pública de que el nivel de vida ha bajado drásticamente porque los salarios quedaron virtualmente congelados, se deterioraron los servicios públicos y se recortaron los beneficios sociales.
Contribuye a la incertidumbre en la recta final de campaña la apatía política de los sectores más golpeados - jóvenes, desempleados, pobres. En las últimas elecciones unos 16 millones no concurrieron a las urnas. Con las encuestas tan igualadas, este sector será un factor decisivo.
En estos comicios impredecibles lo que parece claro es que una disputa más pluralista sellará la muerte del bipartidismo.