
Cristóbal Montoro como si fuese Gary Cooper está Solo ante el peligro. Como en el western de Fred Zinnemann High Noon (1952) tiene que enfrentarse, solo e incomprendido, a los malos y a su propio pasado. Proyectaba abrir un pequeño negocio y vivir plácidamente después de tanto años dedicados a la política.
Pero, de repente, empieza a correr por el pueblo una noticia terrible, como si de una temible banda de criminales se tratase, ha llegado una horrenda crisis y su obligación moral es enfrentarse a ella.
Es así como el ministro de Hacienda está viviendo esta etapa de su vida. Cuando planificaba retirarse, Mariano Rajoy le llamó y le dijo aquello de "Cristóbal, cuento contigo... ¿Estás dispuesto a quemarte conmigo para sacar este país adelante?".
Pensaba que le iba a nombrar vicepresidente, pero no fue así. Ni le dio autoridad ni instrumentos para afrontar el reto que le pedía. Debía reducir el déficit público del 9 por ciento del PIB que existía en el 2011 a menos del 3 por ciento en el 2016. Es decir, un recorte de 60.000 millones en plena recesión económica, algo que nunca antes había sucedido en ninguna parte. Una hazaña que algún día será estudiada en las facultades de Economía. Era necesario recortar los gastos públicos al tiempo que se subían los impuestos para recaudar más. Un auténtico cóctel explosivo.
El tiempo pasa lentamente y nadie en el pueblo parece dispuesto a ayudar al sheriff. Montoro, él solo, ha metido en cintura a periodistas, empresas, políticos, grupos mediáticos, funcionarios, comunidades autónomas, ayuntamientos, patronales, sindicatos... y, por último, a su antiguo jefe y amigo Rodrigo Rato. No ha dejado títere con cabeza.
No es extraño que no caiga simpático a nadie. Pero lo está consiguiendo. Está saneando las arcas públicas a pesar de todos los errores puntuales que se le quieran atribuir. Pero no sólo eso: está regenerando la confianza en las instituciones. No puede combatir la corrupción, dado que es inherente en el ser humano, pero lo que sí puede hacer es terminar con la impunidad con la que algunos han venido actuando.
Un héroe antipático, pero al fin y al cabo de comportamiento heroico.