
La cuna de la primavera árabe ha sufrido un golpe brutal. Según la organización terrorista Estado Islámico (EI), dos caballeros perpetraron el atentado de Túnez. Afirman que se trató de las primeras gotas de una tormenta de lluvia. El objetivo del ataque contra el Museo del Bardo es doble. Por un lado el mensaje al Gobierno tunecino y a Europa de que no están a salvo. Por otro, causar importantes daños económicos apuntando a un objetivo blando, como los turistas.
El turismo es una fuente clave para el ingreso de moneda extranjera y representa alrededor del 10 por ciento de los puestos de trabajo en Túnez. Hasta la revuelta de 2011, el sector representaba el 6,5 por ciento del PIB, pero tras la primavera el número de visitantes cayó de 7 a 4,8 millones. Últimamente la actividad daba señales alentadoras de recuperación. El año pasado hubo alrededor de 6,1 millones de visitantes y el gobierno esperaba volver a alcanzar este año los 7 millones de turistas.
Ateniéndose a estimaciones preliminares, el ministro de Finanzas del país magrebí, Slim Chaker, dijo que las pérdidas del sector turístico causadas por el atentado superarán los 700 millones de dólares. El ataque tendrá efectos muy negativos para el turismo tunecino como muestra el hecho de que la compañía de cruceros italiana Costa Crociere haya anulado las escalas programadas en el país.
Soluciones inmediatas al problema son complicadas. Pese a que el presidente Beji Caid Essibsi haya declarado que su país aumentará la seguridad y librará una guerra contra el terrorismo, no es probable que esas promesas hagan efecto en los turistas extranjeros, en su mayoría europeos.
Con Essibsi, presidente desde diciembre, se reanudaron las esperanzas de un renacimiento democrático. No obstante, la crisis económica, lejos de superarse, puede empeorar con la gravedad de este lo sucedido.
Túnez es una muestra de que no es cierta la dicotomía dictadura o terrorismo, tan simplificadora, que suele aplicarse a la región. El proceso de demanda democrática para mejorar las condiciones políticas, económicas y sociales, derrocó en pocas semanas la dictadura de 24 años de Zine Abidine Ben Ali. El levantamiento tuvo ecos inmediatos en Egipto, donde el régimen militar de un cuarto de siglo se desplomó en poco menos de un mes y siguió a Libia acabando con más de cuatro décadas de sanguinaria opresión de Muamar Gadafi. El origen de la actual guerra civil en Siria está igualmente en este proceso.
Mientras en los demás países las cosas salieron mal desde el principio (Siria) o se torcieron después (golpe en Egipto), los tunecinos encontraron el camino para construir una democracia. El año pasado aprobaron una nueva Constitución, y celebraron las primeras elecciones libres de su historia. Parte importante del éxito corresponde a la serie de duras batallas sindicales que venían creciendo desde 2008 y, sobre todo, a la fortaleza de la resistencia civil.
Lo ocurrido no ha sido una sorpresa. Las autoridades, que habían intensificado operativos antiterroristas y controles fronterizos, temían que algo iba a pasar. Está el gran número de yihadistas. Se estima que de todos los reclutas del EI, los combatientes tunecinos ocupan el primer lugar. Más de tres mil se han unido a sus filas. Muchos de ellos volvieron de Siria para pasar a engrosar las filas extremistas constituyendo un serio peligro para la seguridad interna de Túnez? y la nuestra. También, el volcán libio está demasiado próximo. La permeabilidad de las fronteras, el tráfico de armas y el contrabando son los mejores aliados de los asesinos. La amenaza no llega tan solo desde las incipientes células del EI. Túnez combate asimismo a al-Qaeda en el Magreb Islámico en su frontera con Argelia. Dentro del país el principal grupo islamista radical es Ansar al-Sharia. Designado como grupo terrorista, fue acusado de estar detrás de un ataque contra la embajada de EEUU en septiembre de 2012. Los terroristas tunecinos han asesinado a policías, soldados y políticos.
Túnez tiene uno de los ejércitos más pequeños de la región, con poca experiencia en contraterrorismo. Sus soldados tienen que recibir más entrenamiento y mejores equipos de Europa y EEUU.
El atentado pretende demoler el ejemplo de que la libertad y la democracia en el mundo árabe son posibles. Estamos pagando el apoyo demasiado tibio que la primavera recibió de Occidente. La tormenta ya se inició con nuestro largo respaldo a la dictadura. Ahora el pueblo de Túnez merece desde Europa toda nuestra ayuda para evitar que la lluvia terrorista se convierta en diluvio.