Opinión

EEUU y Reino Unido ganarán gracias al BCE

Esperar a Godot fue cuestión de minutos en comparación. Los mercados llevan esperando que el Banco Central Europeo lance su propia versión de la flexibilización cuantitativa desde que los dinosaurios habitaban el planeta (o por lo menos desde 2011, cuando se hizo claro que la eurozona iba a necesitar algo que levantase del suelo a sus economías en apuros). La compra de bonos del BCE, último paso en la estrategia contra la tercera recesión.

Ahora, parece que por fin llega. En su reunión de esta semana, se espera que el BCE presente sus planes de seguir a estadounidenses, británicos y japoneses, y se ponga a imprimir dinero. De lo contrario, reinará el caos. La flexibilización cuantitativa ya está incrustada en el mercado de bonos. Si no sucede, la liquidación será tremenda. ¿Quiénes serán los grandes beneficiados cuando las imprentas de Francfort, metafóricamente al menos, se pongan por fin en marcha?

El objetivo es ayudar a las economías en apuros de la periferia europea pero los dos mercados que se van a beneficiar más serán el Reino Unido y Estados Unidos porque cuando los bancos centrales imprimen dinero, salpica inevitablemente fuera de sus fronteras y esos dos países son destinos mucho más atractivos para el efectivo en estos momentos que Grecia o Italia. Incluso si el BCE desistiera de la flexibilización cuantitativa, el Reino Unido y EEUU seguirían siendo los primeros, porque en ambos casos son un refugio seguro cuando Europa tiene problemas.

Nadie sabe a ciencia cierta si el presidente del BCE, Mario Draghi, acabará convenciendo a sus compañeros de lanzar la flexibilización cuantitativa en su próxima reunión el 22 de enero. Es cierto que el argumento de la defensa es atractivo: la eurozona ya ha entrado en deflación. Los precios cayeron un 0,2% en diciembre, su nivel más bajo en cinco años (y recuerden que entonces había una recesión global). En países como España y Grecia, los precios caen mucho más deprisa. El crecimiento se ha debilitado y sigue haciéndolo. El motor alemán se ha parado y su poderosa máquina exportadora pierde gas. Francia se hunde en una depresión. El crecimiento en todo el continente se esfuma. Y, a pesar de todo, los alemanes no están convencidos de que la flexibilización cuantitativa sea correcta bajo ninguna circunstancia. Les parece que estarían rescatando a los gobiernos irresponsables del sur de Europa por la puerta de atrás y eso no es algo que quieran hacer. No está nada claro si Draghi logrará imponer la flexibilización cuantitativa.

Cuando se lance, estará dirigida a elevar a toda la eurozona y especialmente a la periferia en apuros. En un mundo ideal, el dinero recién creado encontraría su camino hacia los empresarios griegos que estén construyendo complejos vacacionales, los fabricantes italianos que contemplen ampliar sus fábricas y los consumidores alemanes y franceses que quieran comprar artículos italianos o irse de vacaciones a Grecia.

Pero pocos vivimos en un mundo ideal y menos el BCE. Todo lo que hemos aprendido de la flexibilización cuantitativa tal y como se aplicó en Japón, EEUU y el Reino Unido es que, aunque se puede decidir cuánto dinero se imprime y de qué forma, lo que no se puede controlar es dónde acaba. Cuando los japoneses imprimieron dinero, gran parte se dirigió a Europa y EEUU. Cuando Estados Unidos y el Reino Unido lanzaron la flexibilización cuantitativa, mucho fue a parar a los mercados emergentes y los precios de las materias primas. La razón no es complicada. El dinero sale de los bancos y en un mundo sin fronteras ni controles de capital, estos se contentan con asumir la financiación barata o pasarlo a un fondo de cobertura que, a su vez, lo invierte donde cree que ganará el mayor rendimiento.

Los verdaderos beneficiados

Cuando el BCE lance su flexibilización cuantitativa, gran parte no irá a parar a Europa. No hay muchas oportunidades de inversión en Italia, Grecia o Portugal ahora mismo. Ni siquiera Alemania, con su economía aplastada y unas ventas minoristas flojas, es un destino atractivo para los fondos.

¿Dónde irá a parar entonces? La respuesta más obvia es a Estados Unidos o el Reino Unido. Estados Unidos es el país desarrollado con las mejores perspectivas actualmente. Su economía se expande a un ritmo saludable y crea empleo. Sin duda tiene problemas, pero palidecen en comparación con los de los demás. El rendimiento de los bonos del Tesoro a diez años es del 1,89 por ciento y el dólar se fortalece sin parar. ¿Quién querría guardar su dinero en bonos italianos, que solo rinden a un 1,77 por ciento, con su economía encogida y un índice en aumento de deuda/PIB, si puede comprar estadounidenses? El Reino Unido no está en tan buena forma. Se hunde en la deflación, el déficit presupuestario y comercial sigue siendo grande, y las elecciones generales de mayo podrían conllevar un largo periodo de inestabilidad política si no sale ningún partido ganador.

Con todo eso, no deja de ser mucho más atractivo que sus vecinos al otro lado del Canal de la Mancha. El crecimiento es sólido y se crea empleo. Además, Gran Bretaña ha surgido como un refugio seguro para los inversores preocupados por conservar su dinero en Grecia o Italia. Es la mayor economía cercana a la eurozona. Si el dinero se va a derramar a algún sitio, ese sitio será Gran Bretaña.

También podrá ir a parar a otros sitios. Los mercados en desarrollo de Europa del este verán algo. Polonia emerge como un refugio seguro: tiene una economía grande y excepcionalmente bien gestionada. Parte se derramará al Lejano Oriente y a las economías en rápido crecimiento del África subsahariana. Otra parte podría conservarse en oro (una razón por la que el precio del metal ha empezado a estabilizarse por fin e incluso ha subido en el último mes).

Donde no irá, al menos en una medida importante, será a las economías quejumbrosas de la periferia de Europa. Puede que sea allí donde haga falta pero si el BCE quiere encontrar la manera de reforzar esos países, tendrá que buscar otra cosa que no sea imprimir dinero y alimentarlo al sistema financiero.

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