
Al plan de inversión de Juncker y la flexibilidad presupuestaria, se une la inminente QE europea.
Las perspectivas de la economía global, y de Europa, continúan deteriorándose. El euro ya pisa terreno deflacionario, se acercan meses adversos para el crecimiento y los mercados financieros se agitan día sí y día también, ya sea por la siempre preocupante Grecia o por decisiones como las del Banco de Suiza. Para intentar plantar batalla y alejar el fantasma de la tercera recesión que continúa merodeando, las instituciones comunitarias empiezan a completar todos los elementos de ese "gran pacto" que pidió el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, el pasado agosto en Jackson Hole.
El punto de giro fundamental en esta renovada estrategia contra la recesión, o para relanzar la recuperación, según se mire, es el plan de inversión que abandera el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker. La CE adoptó el pasado martes el texto legal del llamado Fondo Europeo para las Inversiones Estratégicas, que ahora deben negociar el Parlamento y los Estados miembros, con la vista a cerrar un acuerdo antes de junio.
Juncker quiere dar toda la potencia de fuego que pueda a este plan, que pretende movilizar al menos 315.000 millones durante los próximos tres años. Para atraer el dinero, está dispuesto a dar un papel considerable a los Estados miembros que aporten capital en la gestión del fondo, aunque no en la selección concreta de proyectos. Como prometió, las contribuciones se excluirán del cálculo del déficit en las reglas del pacto de estabilidad. Más aún, la Comisión estaría "más que contenta", según su vicepresidente Jyrki Katainen, si se sumara capital procedente del exterior de la Unión (sobre todo Noruega).
Flexibilidad con 'líneas rojas'
Aunque el plan ha atraído los titulares desde que fue prometido por Juncker el pasado verano, el verdadero cambio sísmico en el planteamiento europeo ha llegado con el estiramiento hasta el límite de la flexibilidad permitida por el pacto de estabilidad, sin llegar a romper la disciplina fiscal existente, la línea roja para Alemania, el Banco de Fráncfort, y otros guardianes de la ortodoxia.
La nueva interpretación que dará el Ejecutivo comunitario se espera que, a corto plazo, permita a Francia e Italia, en la cuerda floja, evitar sanciones el próximo marzo. A largo plazo, las nuevas directrices darán más oxígeno a los países en pleno proceso de reformas, incluso cuando tengan sus cuentas desequilibradas, y requerirá menos ajustes en escenarios adversos.
Así, será suficiente para las capitales bajo un procedimiento de déficit excesivo, como París, con anunciar un plan detallado de reformas estructurales, sin tener que ser adoptado. Igualmente, Roma ha visto como el esfuerzo de ajuste estructural requerido para este año se ha reducido a la mitad (0,25 por ciento del PIB), dado el escenario económico endeble y el desfase con su crecimiento potencial.
Este giro en el uso de las reglas fiscales llegó tras una intensa discusión entre los comisarios. Si los conservadores, como el alemán Gunter Oettinger o Miguel Arias Cañete, querían ralentizar la discusión sobre el tema, otros como el socialista Pierre Moscovici, voz principal como responsable de Economía, daba el acuerdo por aprobado antes de la discusión. Aunque el presidente Juncker no estuvo contento con la actuación del francés, el luxemburgués también estaba a favor de adoptar ya la nueva interpretación de las reglas fiscales.
Si Alemania aceptó a regañadientes esta nueva flexibilidad, según relató un representante de Berlín a elEconomista, aquellos que pedían un volantazo en la estrategia anticrisis se dieron por satisfechos.
Decisión del BCE y elecciones
El giro completo llegará cuanto el impulso fiscal del plan de inversión venga acompañado del estímulo monetario con la compra de nuevos activos, incluidos bonos soberanos, que puede anunciar el BCE este mismo jueves. Mario Draghi tiene la presión encima al estar no sólo lejos de su mandato del 2 por ciento de inflación, sino al registrar una caída de precios en la eurozona en diciembre por primera vez desde 2009. "Tenemos que mostrar de una manera convincente que tenemos los instrumentos para actuar y cumplir con nuestro mandato", dijo el miembro del Consejo Ejecutivo del BCE, Benoit Coeuré, el viernes en una entrevista con Irish Times.
El foco de atención queda ahora en aquellos países que deben acelerar sus reformas estructurales, el cuarto frente del gran plan de Jackson Hole. Sin embargo, expertos creen que los pilares de este nuevo acuerdo (new deal) aún tienen que reforzarse. Zsolt Darvas, del laboratorio de ideas Bruegel, opina que "se necesita más estímulo fiscal" desde aquellos países con espacio en sus cuentas, como Alemania, Austria y Holanda. Incluso defiende que Francia podría posponer algunos ajustes. Además, cues- tiona que el Banco Central Europeo vaya a optar por un "programa ambicioso" de compras de activos.
Las elecciones en Grecia el 25 de enero van a inaugurar un año tumultuoso, con votaciones en otros periféricos (como España y Portugal) y el Reino Unido (con la distorsionadora cuestión de su permanencia en la UE en el aire). Bruselas encara unos meses cuesta arriba para dar a este "gran pacto" la envergadura necesaria para alejarse finalmente del barranco.
La Comisión y los expertos demandan reformas estructurales en Alemania
La llamada a realizar reformas estructurales forma parte de cualquier discurso procedente de las instituciones comunitarias. El foco volverá a estar en las próximas semanas en Francia, que deberá presentar un plan adicional para escapar del castigo de Bruselas. Sin embargo, la Comisión y los expertos también llevan tiempo reclamando ajustes a Berlín, el alumno ejemplar. "Alemania necesita hacer más", opina Zsolt Darvas, de Bruegel. Por el camino se quedarán, al menos este año, proyectos como la creación de un seguro de desempleo europeo. Mejorar los estabilizadores automáticos para absorber el impacto de futuras crisis forma parte de la batería de medidas más ambiciosas para dejar la ortodoxia económica atrás. No obstante, la idea cuenta con numerosos problemas legales y aún mas resistencia política. Si el anterior responsable de Empleo, Laszlo Andor, era un defensor de esta medida, su sucesora Marianne Thyssen, no considera una prioridad una prestación europea por desempleo. En su lugar, la belga Marianne Thyssen insiste en "reformas estructurales", como las cotizaciones sociales, o medidas para combatir la segmentación laboral.