Después de un buen arranque del año, las cosas se torcieron de la noche a la mañana. La economía europea no levanta cabeza y los mercados, que exageran al alza o a la baja los acontecimientos, sufren caídas estrepitosas como este viernes. Pero no todo es del color que parece.
En esta semana que ¡por fin! acaba, el crudo se dejó más de un 10 por ciento adicional; Merkel sembró el pánico al amagar con una salida griega del euro y la ampliación del Santander, como guinda, extendió el temor a que otros grandes bancos de la eurozona preparen planes similares. Cinco días casi de infarto, aptos sólo para espíritus sosegados.
Veamos punto por punto cómo está la situación. La caída del petróleo pone nerviosos a los mercados porque tiene efectos contrapuestos. Por un lado, impulsará el crecimiento en países como España, donde el Gobierno habla de un PIB del 2,5 por ciento y de un notable descenso del desempleo. Pero, por otro, siembra la incertidumbre por temor a que la deflación se instale en Europa. Esta semana conocimos que los precios de la eurozona bajaron el 0,2 por ciento en diciembre, según los indicadores adelantados.
Sin embargo, eliminado el efecto de los carburantes, aún se mantienen alrededor de medio punto en positivo. Son necesarios, además, dos semestres con índices negativos para que pueda considerarse deflación.
El crudo barato despierta otros fantasmas, como la bancarrota de algún país como Rusia o Venezuela, que provoque un efecto dominó sobre los demás y acabe abortando la recuperación. Sin embargo, la mayoría de los expertos pronostica que, aunque habrá caída adicionales, los precios tenderán a estabilizarse en niveles superiores al actual. Nouriel Roubini, conocido como Doctor catástrofe, explica en elEconomista que el descenso del crudo, superior al 50 por ciento en dos meses, desentona con los leves recortes en las expectativa de demanda, lo que implicará su retorno a niveles de 60 dólares.
Grecia desató el pánico a comienzos de semana porque el portavoz de la canciller Angela Merkel dejó caer que podría abandonar el euro. Un mensaje dirigido más a cortar el vuelo a Syriza, que la propia Merkel tuvo que desmentir. La canciller es consciente de que tarde o temprano habrá que reestructurar la deuda griega, que sigue en torno al 180 del PIB tras seis años de crisis y de ajustes. Pero Alemania jamás permitirá que Grecia impague y deje la moneda única, porque sus conciudadanos son los primeros acreedores.
De nuevo, el riesgo está en el contagio a países como España o Italia, con partidos como Podemos o el Movimiento 5 Estrellas, similares a Syriza.
De momento, el repunte de las primas de riesgo en España e Italia proviene sobre todo de la caída de la deuda alemana, por la entrada de dinero en busca de refugio.
La rentabilidad del bono español a diez años cerró la semana a 1,71 por ciento, sólo 14 puntos por encima del mínimo de finales de año. Si triunfa Syriza, pueden reproducirse tensiones que disparen el coste de la deuda soberana de los países periféricos del euro. Por eso, todas las miradas están puestas en el discurso del presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi. Los grandes bancos de inversión comienzan a descontar la adquisición de deuda soberana por un montante mínimo de medio billón de euros. Una cuantía insuficiente, según los analistas, que tendrá que incrementar con el tiempo.
Por último, la sorprendente ampliación del Santander en 7.500 millones acabó por desbaratar los nervios de los inversores. Su flamante presidenta, Ana Botín, tomó una decisión de libro, que el mercado esperaba desde hace meses: la vuelta del dividendo en efectivo. Botín redujo la rentabilidad del título del Santander del 8 por ciento (en acciones) al 3 por ciento (en dinero líquido) para hacerlo sostenible. Como acabamos de ver, el bono a diez años ofrece casi la mitad que el dividendo del Santander. Es una remuneración más que razonable y en línea con la anunciada por otras entidades.
Botín, que dio la vuelta a la gestión de la entidad como un calcetín en apenas cien días, aprovechó para reforzar la solvencia de la entidad con una ampliación de alrededor del diez por ciento, que utilizará tanto para mejorar los ratios de capital como para optar a la compra del antiguo Banco Espírito Santo. El Santander será un banco más sólido y en mejor disposición de ganar dinero en el futuro tras esta decisión, aunque a corto plazo los mercados pasen factura al accionista, al igual que ocurrió en Repsol, tras anunciar la adquisición de la canadiense Talisman Energy.
La volatilidad de los mercados se prolongará, por lo menos, hasta los comicios griegos. Las recuperaciones son en forma de zig-zag, pero existen muchos más signos económicos benignos que negativos. No se dejen arrastrar por el pesimismo o por el pánico. La tendencia positiva se impondrá, al final, aunque se haga de rogar durante un tiempo.