Opinión

La caída del imperio de las Koplowitz

Esther Koplowitz

El precipitado desmoronamiento de la economía arrastró al tejido industrial, sobre todo en el ámbito de la construcción. Hay grupos que después de debatirse entre la vida o la muerte, como Colonial, Reyal Urbis o Quabit, han logrado sobrevivir; otros a los que todos daban por muertos, que están a punto de resucitar, como Martinsa-Fadesa, gracias al tesón y la perseverancia de Fernando Martín. Y luego están los buques insignia, otrora considerados inmortales, que van camino del cementerio.

Es el caso del grupo Fomento de Construcciones y Contratas (FCC). Es difícil encontrar dueñas más permisivas con los gestores encargados de dilapidar su patrimonio personal como Esther Koplowitz y su hija, Esther Alcocer Koplowitz.

En enero del año pasado aceptaron el nombramiento de Juan Béjar como consejero delegado. El nuevo número uno de FCC (la presidenta Esther Koplowitz hija es un cargo honorífico) venía para arreglar el desaguisado causado por su antecesor, Baldomero Falcones. Un directivo procedente del sector financiero, que se enamoró de las renovables justo en el momento álgido de la burbuja, lo que acarreó miles de millones en pérdidas a su dueñas.

Béjar había ya demostrado la excelencia de su gestión en Cintra, el grupo de autopistas de Ferrovial, que Rafael del Pino tuvo que reabsorber para salvar el balance del grupo. En FCC pasó de Globalvía a Cementos Portland y de ahí a la cabecera del grupo. Su mayor éxito reside en el ajuste de costes a ultranza, tanto mediante la venta de negocios ruinosos a precios de derribo como a través de la reestructuración de la deuda. El último convenio para reducir los alrededor de 4.500 millones de deuda en FCC contenía una cláusula envenenada, como destacó elEconomista. Alrededor de 1.350 millones se refinanciaban a un tipo desorbitado de hasta el 16 por ciento, con la posibilidad de que los bancos capitalizaran la deuda si no se abonaba a su término, en 2018.

Una trampa para elefantes, que obligó a las Koplowitz a rebajar del 50 al 30 por ciento su participación, perdiendo así la mayoría en el grupo, para enjugar mil millones de su propia deuda.

La operación confirma, como anunció hace meses elEconomista, que la banca impuso el nombramiento de Juan Béjar para tomar el timón de la sociedad. El nuevo lugarteniente llegó con ínfulas cesaristas, obligó a las dueñas a asumir sus criterios sin rechistar. Cuando surgían discrepancias, amenazaba con irse y dejar el barco a la deriva, sabedor de que no tenían otra salida. Esther Koplowitz, que se opuso con todas sus fuerzas a la fusión con los Entrecanales por miedo a perder el control, tuvo que tragarse el sapo y acatar a regañadientes la situación.

Béjar tiene aún una signatura pendiente, con la que lleva lidiando más de un año: la venta de Realia. Después de incumplir en varias ocasiones los plazos que él mismo filtra a la prensa, a través del departamento de comunicación, la inmobiliaria todavía no tiene quien la quiera.

El nuevo capitán de FCC cometió además el error de mantener al presidente de la inmobiliaria, Ignacio Bayón, y todo su equipo. En realidad, lo hizo porque pensó que tenían los días contados. Pero los escándalos en Realia se acumulan, sin que Béjar mueva un dedo. Los correos del expresidente de Caja Madrid, Miguel Blesa, desvelan un trato preferente a Bayón y a otros siete directivos de la inmobiliaria, que permitió saltarse las estrictas normas sobre la salida a bolsa y otorgarles financiación a tipos de interés privilegiados. Bayón se aseguró la adjudicación de 1,6 millones en acciones de Realia y su consejero delegado, Iñigo Aldaz, alrededor de medio millón gracias a la manipulación de la OPV, con el consentimiento de Blesa, como desveló elEconomista. Se supone que las Koplowitz, dueñas del otro 50 por ciento de Realia, estarían al tanto de la operación.

Con anterioridad, elEconomista desveló que Bayón y Aldaz adjudicaron un piso de protección oficial en Barcelona a Mireia Pujol Ferrusola, la hija menor del expresidente de la Generalitat.

El código ético de FCC obliga a poner en la calle a los directivos sobre los que haya la más mínima duda. Un código que Béjar aplicó a rajatabla nada más llegar, con el cese del responsable de Construcción, José Mayor Oreja, al que se relacionó con Bárcenas, por la presunto entrega de 160.000 euros.

La aún dueña del imperio Koplowitz manifiesta en ocasiones sus dudas sobre Bayón, que lleva más de veinte años al frente de la división inmobiliaria. En alguna ocasión exclama: "No sé qué hacer con él". Quizá es que como en la película de Alfred Hitchcock, se trata de El hombre que sabía demasiado para ser cesado. Pero poco importa ya lo que piense Esther Koplowitz. Ahora el nuevo emperador se llama Béjar, el todopoderoso patrón que ha conseguido dar el golpe en la constructora que no logró en Ferrovial.

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