Opinión

El endurecimiento de los impuestos corporativos

  • El G-20 ha anunciado duras medidas contra la evasión fiscal corporativa

La retirada de la expansión cuantitativa, el regreso a unos niveles normales de tipos de interés, la desaceleración de los beneficios empresariales, la crisis geopolítica en Ucrania y Oriente Medio... A los mercados no les faltan problemas pero la mayor amenaza a largo plazo podría ser una en la que casi nadie se fija: el endurecimiento de los impuestos corporativos.

El presidente Obama ya ha puesto freno a las llamadas inversiones fiscales que han permitido a las empresas americanas recortar sus gastos tributarios comprando sociedades extranjeras. La Unión Europea ha hecho lo mismo con los acuerdos fiscales de Apple en Irlanda y el ministro de Economía británico, George Osborne, ha prometido un 'impuesto Google' a las empresas tecnológicas.

Por su parte, el G-20 se ha ofrecido a colaborar en temas de impuestos a empresas. Lo que falta por ver es si lo harán, claro está, pero no hay duda de que hay dinero de sobra que perseguir, ya que las empresas se sientan en grandes montañas de efectivo.

¿De dónde vendrá el dinero?

Y eso es un problema para los mercados porque el dinero sólo puede venir de un lugar. Si los impuestos suben, las empresas no pueden aumentar los precios o rebajar los sueldos. El dinero tendrá que salir de los beneficios y la hoja de balance, y eso baja los dividendos y los precios de las acciones.

Durante al menos varias décadas, casi todos los países han dicho mucho sobre los impuestos corporativos, pero han hecho poco. Los políticos han pronunciado discursos sobre el endurecimiento de las medidas contra la evasión fiscal de las empresas pero, en realidad, casi siempre estaban tan desesperados por atraer más inversión que prácticamente no hacían nada.

Ahora eso parece cambiar y muy rápido. Esta semana, el Reino Unido ha anunciado cambios a la ley para asegurar que las empresas tecnológicas, expertas en desviar ingresos de un sitio a otro, paguen más impuestos por sus operaciones en el país. Amazon, Google y demás se han llevado muchas críticas en el Reino Unido por pagar muy pocos impuestos pese a los miles de millones en ventas.

La Comisión Europea ha decidido que Irlanda pague lo que corresponde a una ayuda estatal ilegal a Apple al negociar un acuerdo fiscal con la empresa que efectivamente le permitió reducir la cantidad de impuestos que paga en Europa. Con el tiempo, va a ser más difícil que las multinacionales usen los vacíos legales irlandeses para reducir sus gastos fiscales.

En EEUU, el presidente Obama ha tomado medidas contra la inversión fiscal, un complicado entramado legal que ha permitido a las empresas nacionales reducir mágicamente sus gastos fiscales adquiriendo sociedades extranjeras. Las empresas británicas han sido un objetivo atractivo y la esperanza de recortar impuestos ha cuajado en grandes operaciones. De ahora en adelante, la cosa se complica.

Mientras tanto, en una reunión la última semana, el G-20 ha anunciado medidas duras contra la evasión fiscal corporativa. Los reunidos prometieron colaboración entre las grandes economías industriales para garantizar que las empresas paguen más.

Una de las consecuencias de la globalización ha sido que las empresas pagan cada vez menos impuestos. Cuando los bienes y el dinero se pasean por el mundo, es más y más difícil identificar dónde se hacen, compran y pagan. Y a medida que Internet crece en importancia, se complica aún más. ¿Dónde se compra un libro electrónico? ¿En el país del editor? ¿Dónde el cliente ha pulsado el botón de comprar? ¿En el domicilio del servidor a través del cual se ha descargado? ¿O dónde se ha procesado la operación de la tarjeta crédito?

Dado que se trata, probablemente, de jurisdicciones distintas, con distintas leyes fiscales, los abogados y contables han sido capaces de eludir a las autoridades tributarias nacionales y reducir sus gastos a casi cero.

En los veinte últimos años, muchos países han hecho la vista gorda. Les interesaba más ofrecer incentivos a las multinacionales para que localizaran sus operaciones en su país que hacer preguntas incómodas sobre cuántos impuestos pagaban. Con la presión, todo eso empieza a cambiar. Casi ningún gobierno puede subir mucho más los impuestos sobre la renta o las ventas. Las empresas, muchas sentadas sobre montañas de dinero, son el único lugar al que pueden mirar para obtener más ingresos. También puede que se hayan dado cuenta de que estaban jugando a un juego de suma cero. Si ofrecían un buen acuerdo fiscal a una empresa, otro país podía enseguida igualarlo. Al final, todos acabaron con menos ingresos. Por eso el paso a la colaboración internacional es el avance más notable. Sólo trabajando juntos, los países podrán exprimir más impuestos a las corporaciones.

El problema es que sólo hay un sitio de donde puede salir ese dinero extra: los accionistas. "No está en absoluto claro que los mercados financieros hayan aceptado del todo lo que parece un giro radical de la actitud de los gobiernos hacia la tributación de las grandes empresas", sostenía Stephen Lewis, economista de ADM Investor Services de Londres.

Desde luego. Hagamos cuentas: pongamos que una empresa obtiene cien millones de dólares al año de beneficios. Un contable espabilado reduce los gastos fiscales a cinco millones, por ejemplo. Es decir, la empresa obtiene 95 millones de beneficios y reparte 50 en dividendos, mientras guarda lo demás en la reserva. Un cambio legal implica que sus gastos fiscales subirán a 25 millones de dólares. No puede subir los precios para recuperar ese dinero ni tampoco rebajar los salarios o exprimir a proveedores. Esos 20 millones de dólares de más vendrán directamente de los beneficios. En efecto, a la empresa no le va a quedar más remedio que recortar sus dividendos y destinar menos a la reserva.

De un modo u otro, el precio de sus acciones se va a llevar un buen golpe. Una empresa que paga menos dividendos y tiene menos efectivo en su balance, vale menos. Se puede debatir si es correcto o no que las empresas paguen más impuestos, pero lo que no es discutible es que al final eso empuja al mercado bursátil hacia abajo.

Matthew Lynn, Director ejecutivo de Strategy Economics.

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