Opinión

Los errores de Merkel

Angela Merkel

Recelar de sus socios europeos y repetir las recetas económicas son puntos negativos en la gestión de la canciller alemana, Angela Merkel. La ausencia de inversión nacional hace que las importaciones sean menores de lo que podrían ser.

"Nuestra euforia es peligrosa. Nos vuelve arrogantes, ciegos y sordos", escribe Marcel Fratzscher, director del Instituto Alemán de Investigación Económica, en su nuevo libro La ilusión de Alemania (Die Deutschland illusion). ç

El mensaje es que Alemania, con toda su fuerza económica, tiene debilidades. El ministro de economía alemán, Sigmar Gabriel, dijo en la presentación que debería ser "lectura obligada". Gabriel, que también preside a los socialdemócratas -socios menores del Gobierno de coalición-, ha reclutado a Fratzscher para una comisión de expertos. El objetivo, derivado de la tesis de Fratzscher, es estudiar cómo impulsar la inversión de las empresas alemanas y el Gobierno.

Cerrar la "brecha de la inversión" causa furor en Berlín. El 20 de septiembre, la canciller Angela Merkel dedicó su podcast semanal a ese tema. El crecimiento sólo ocurre "cuando la gente invierte de verdad", decía, refiriéndose a las redes de electricidad, ordenadores, carreteras y otras oportunidades de inversión privada o pública. Ese tipo de retórica es un éxito personal para Fratzscher, que ha pasado gran parte de su carrera fuera de Alemania y tiene una perspectiva internacional que hoy en día se considera de izquierdas en los círculos económicos alemanes, dominados por conservadores como Hans-Werner Sinn del Instituto Ifo de Munich. El argumento convencional parte de un triunfo triple: el "milagro del empleo" gracias a las reformas del mercado laboral, la proeza exportadora por la competitividad de las empresas y un Presupuesto federal más o menos equilibrado.

Los alemanes se enorgullecen con toda la razón de esos logros, reconoce Fratzscher, pero no deben ignorar los problemas que ocultan. El milagro del empleo se consiguió en gran medida creando muchos trabajos parciales y "precarios". Las horas totales trabajadas apenas han subido, aunque el número de parados haya caído (de más de 5 millones en 2005 a menos de 3 millones este año). El éxito exportador no se deriva de una mayor productividad, sino de congelar los salarios. Mientras tanto, gran parte del sector servicios no cotizado de Alemania es sumamente no competitivo. Y el mérito de cerrar el déficit presupuestario corresponde en cierto modo a los mayores ingresos fiscales de una alta tasa de empleo.

Los alemanes han deducido tres ilusiones de esta historia, a opinión de Fratzscher. La primera es que Alemania seguirá siendo fuerte si sigue haciendo lo mismo, la segunda es que no necesita realmente a la eurozona y la tercera es que sus socios de la eurozona sólo persiguen su dinero (y los contribuyentes alemanes son las verdaderas "víctimas" de todos los esfuerzos de rescate para salvar al euro).

La historia real, sostiene Fratzscher, tiene más que ver con un desequilibrio enorme entre ahorro e inversión. Los alemanes "ahorran mucho pero ahorran mal", opina. Mandan sus ahorros al extranjero, donde obtienen un rendimiento exiguo. Podrían obtener mayores rendimientos si invirtiesen en casa. Mientras que Alemania invirtió el 23 por ciento del PIB a principios de los noventa, ahora sólo invierte un 17 por ciento, menos que casi todos los países de riqueza comparable. La inversión bruta del Gobierno en proporción del PIB también es sorprendentemente baja.

Esa ausencia de inversión nacional hace que las importaciones sean menores de lo que podrían ser. El flujo de salida de capital crea unos excedentes inmensos de cuenta corriente, de los que se quejan EEUU y la Comisión Europea. Y la inversión baja es responsable en parte del bajo aumento de la productividad. En muchos sectores, el capital comercial es menor de lo que era en 2000. Eso implica que los alemanes son menos ricos de lo que podrían ser y su economía será menos fuerte en el futuro de lo que debería ser.

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