El enfriamiento de Europa reducirá el ritmo de la recuperación española.
Lo adelantamos en estas páginas durante el verano y lo confirmó ayer el Gobierno. El enfriamiento de Europa reducirá el ritmo de la recuperación española. El ministro de Economía, Luis de Guindos, rebajó en dos décimas su previsión de crecimiento para este año, que en principio iba a llegar al 1,5 por ciento. Pero dejó en el 2 por ciento la estimación para el próximo año. De Guindos da a entender que el resfriado europeo será pasajero, como dijo Angela Merkel, y apenas afectará al devenir de la economía española en 2015. Una aseveración que, quizá como candidato in pectore a la presidencia del Eurogrupo, esté obligado a realizar, pero que a mí me cuesta creer teniendo en cuenta el estado de Francia e Italia, segunda y tercera economías del euro.
Cuando se mira con detenimiento la letra pequeña, uno se da cuenta de que el optimismo que traslucen las cifras oficiales es falso. España crecerá siete décimas más en 2015 que en 2014, un incremento poco significativo. Montoro estima que la bajada de impuestos, que entrará en vigor en enero próximo, aportará medio punto al crecimiento del PIB. Es decir, que sin ese impulso extraordinario, los dos años serían muy parecidos en cuanto actividad.
Además, el Gobierno prevé que el consumo se mantendrá estable este año y el próximo y la tasa de paro bajará al ralentí hasta el 22 por ciento. Mi pregunta es, ¿qué ocurriría si eliminamos el efecto extra de la rebaja tributaria? Probablemente, el consumo se desaceleraría, al igual que el empleo. Ése es el escenario para 2016. Una economía que crece al uno y pico por ciento, insuficiente para crear riqueza y atajar los problemas económicos ¿dónde está la recuperación vigorosa que nos prometieron? Ah! Y eso, contando con que Cataluña no se separe.
Por lo demás, el Presupuesto de 2015 mantiene la línea de austeridad de los últimos años en cuanto al gasto de las Administraciones Públicas, que apenas crece. El ministro de Hacienda no dejó pasar la oportunidad sin un guiño a los funcionarios, a los que prometió devolver poco a poco la paga extra de Navidad, así como recuperar la mitad de la tasa de reposición.
En definitiva, que saldremos de la crisis al ralentí, como en Estados Unidos, que durante los últimos seis años desde el crash de Lehman creció a trompicones y con generación de empleo escaso y precario.
En este escenario, es de elogiar que Montoro haya detenido el despilfarro de la radio televisión pública. Su dimisionario presidente, Leopoldo González-Echenique, debió de creer que su amistad con la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, era como un escudo protector. Era la tercera vez que hacía caso omiso de las advertencias del ministro de Hacienda, y la vicepresidenta, después de comprobar el desaguisado de la gestión, cedió. "Haced lo que queráis", le dijo a Montoro tras una breve reunión. ¡Hurra por la vice!
El directivo, que llevaba dos años burlando los controles de Hacienda, con pérdidas de acumuladas de casi 700 millones, a las que hay que añadir más de mil millones recibidos de las aportaciones del sector de telecomunicaciones, debió pensar que, ante la proximidad de las elecciones, podía prolongar la sangría de manera indefinida.
Antes, se había echado en brazos de UGT, con el que firmó un convenio que blindaba la plantilla hasta 2016. Echenique aceptó, además, pactar los nombramientos en Radio Nacional de España (RNE) con el sindicato a cambio de obtener manos libres en Televisión Española (TVE). En la radio, intercambió a un profesional de toda la vida como Manuel Ventero por un hombre experto en relaciones públicas, Alfonso Nasarre, un fiel lacayo suyo. En la tele, con su empeño en mantener a Julio Somoano al frente de los servicios informativos en contra de gran parte del Gobierno en la última remodelación, se cavó su tumba definitiva. ¡Vaya patinazos!
La caída de los ingresos procedentes de las telefónicas y de las televisiones privadas, unido a los fracasos de la programación, le obligaron a entrar en una carrera de gastos para mantener la audiencia. En su último presupuesto solicitaba 130 millones adicionales, pese a plantear el cierre de Teledeporte.
Una vez más, elEconomista se quedó sólo informando de los crecientes desajustes de la televisión pública. Echenique había amordazado a los directores de los grandes medios, a los que pedía árnica a cambio de mantenerlos en las tertulias de la casa.
En la última etapa, ya desquiciado porque las cuentas no le salían, abroncó a varios directores por teléfono para acallar las criticas de sus medios. "Leopoldo no era así, era una persona amable y servicial cuando trabajó para el Estado", asegura un compañero, que le conoce bien. Desde el verano, había perdido los papeles, consciente de que estaba en una situación sin salida. La tele pública es insostenible en su dimensión actual. El Gobierno debe plantearse una RTVE más pequeña, pero rentable.