Opinión

La hidra independentista

Si gana el sí en Escocia, la onda expansiva del terremoto se dejarán sentir en los mercados y los independentistas catalanes saldrán reforzados.

"La Diada de 2010 nos desbordó por la multitud de asistentes, pero no fue idea nuestra como se dijo, no quedó más remedio que sumarse a ella", espeta Artur Mas en privado a quienes le reprochan su apoyo al movimiento independentista. Sea como fuere, el president catalán está en un callejón sin salida. No puede dar marcha atrás porque nadie lo entendería y si continúa adelante, tarde o temprano, será barrido por Oriol Junqueras. Lo más probable, por tanto, es que camine hacia su suicidio político, como Luis XVI lo hizo al patíbulo.

Mas no supo tener la visión política para escabullirse. El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. El dirigente catalán solo tenía que haber estado atento a lo que pasó en el País Vasco. Juan José Ibarretxe se echó en brazos de los independentistas vascos, pero sólo logró encumbrar a Bildu, como ha hecho ahora Mas con ERC.

En aquella ocasión, el expresidente del PNV, Josu Jon Imaz, se inmoló para quitar a Ibarretxe de en medio y reconducir la situación. El inconveniente esta vez es que CIU está dominada por personajes como el portavoz del Gobierno catalán, Françesc Homs, que podría ejercer de lugarteniente de Junqueras. La tarea moderadora la ejerce la formación política de Antoni Duran i Lleida, que apenas tiene influencia sobre el resto de Convergencia.

En estas circunstancias, el papel de salvador debería corresponder al presidente del Gobierno. Pero Mariano Rajoy es también rehén de su propio partido, porque cualquier concesión política le perjudicaría ante las elecciones municipales y autonómicas previstas para el próximo ejercicio. Si a ello se une su complacencia por dejar que los asuntos se pudran antes que resolverlos, el choque de trenes está servido.

Algunos apuestan porque Mas se una a ERC y a otros partidos en una gran coalición en pro de la independencia antes de convocar unas elecciones plebiscitarias para febrero. Si fuera así, estamos perdidos, porque en el otro lado no hay más que un PSC descompuesto y los de Ciutadans.

Es lamentable la falta de reflejos del Gobierno. Pese a la multitudinaria manifestación de la Diada celebrada esta semana, las encuestas muestran que la mayoría de los catalanes quieren seguir en España si el Estado hace concesiones, como dotar a Cataluña de un mayor autogobierno.

Rajoy debe aprender de la experiencia escocesa para que no le ocurra lo que a David Cameron. El primer ministro británico se durmió en los laureles. Creyó que el discurso sobre el impacto económico desanimaría a los escoceses y que acabaría colgando la cabeza de su presidente, Alex Salmond, de algún puente de Londres, como hicieron sus antepasados con la de William Wallace. Esta semana, corrió a Edimburgo a prometer más autonomía para evitar la debacle.

Los temas nacionalistas no obedecen a consignas económicas sino sentimentales. Ya sé que los lazos históricos entre el Reino Unido y Escocia son menores que los de España y Cataluña o que la situación legal de ambos referéndum no es comparable. Pero si gana el sí, la onda expansiva del terremoto se dejarán sentir en los mercados, como advierten los expertos consultados por elEconomista. Y los independentistas catalanes saldrán reforzados.

Cameron se dio cuenta demasiado tarde de que en una separación salen perjudicadas las dos partes. Escocia aporta menos de una décima parte del PIB británico, pero Cataluña representa el 20 por ciento del español.

Emilio Botín nos dijo a un grupo de periodistas unos meses antes de fallecer que no estaba preocupado por la posible ruptura de Cataluña. "Nadie fuera me pregunta por este tema". Los mercados también obviaron durante dos años los crecientes déficits públicos griegos, pero cuando se dieron cuenta del agujero dejaron reducida su economía a las cenizas.

El mayor desafío español en estos momentos no es si crecemos el 1,3 o el 1,5 por ciento, o cuántas décimas bajará la tasa de paro en los próximos meses, sino los conflictos políticos. El calendario electoral dificulta la continuidad del plan de ajuste de las Administraciones Públicas. Pero la pérdida de poder del PP y del PSOE, puede ofrecer la primera señal de inestabilidad a los mercados.

El banquero fallecido esta semana sí que estaba preocupado por el panorama político, sobre todo porque el ascenso de Podemos podía acabar haciendo saltar por los aires al PSOE y al modelo de bipartidismo, que promovió el gran desarrollo desde la transición a nuestros días. El fino olfato que desarrolló Botín para los negocios lo tenía para vislumbrar los problemas políticos.

O ¿acaso alguien piensa que Rajoy estará en mejor posición para solventar el desafío catalán tras los comicios? Los riesgos políticos que acechan son como la Hidra de Lerna, capaz de regenerar dos cabezas por cada una que le amputan.

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