Opinión

'Super Mario', en dificultades

Draghi y Hollande

El plan de Draghi se queda corto, llega tarde y debe unirse a otras reformas para que triunfe.

La amenaza de una tercera recesión en Europa, unida a la deflación, movió al presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, a anunciar medias extraordinarias para estimular el crecimiento. Las economías de Francia y Alemania están paralizadas y la italiana, en recesión. Sólo los llamados PIG's (España, Portugal, Grecia e Irlanda) parecen despertar del letargo y su ac- tividad experimenta una mejoría. Pero insuficiente para compensar el frenazo de los tres grandes países de la eurozona, generadores de dos tercios de su Producto Interior Bruto (PIB). Además, la inflación (el ébola a la europea) redujo su ritmo de crecimiento hasta un raquítico 0,3 por ciento en julio, con los países del Sur en tasas negativas.

El Viejo Continente se asoma de nuevo al precipicio, mientras la mayoría de los dirigentes europeos, incluido Mariano Rajoy, se esfuerzan en alumbrar una recuperación a sus ciudadanos, que no acaba de cuajar.

¿Hemos aprendido de los errores del pasado y estamos mejor preparados para afrontar la situación? Draghi ha hecho sus deberes, aunque haya sido en el último minuto y forzado por la amenaza de la deflación.

Después de mejorar este mes los balances de la banca a través de 400.000 millones en préstamos condicionados a la concesión de créditos en euros, en octubre pondrá en marcha un mecanismo de compra de activos (sobre todo titulizaciones de deuda con garantías reales) dirigido a aliviar a las empresas no financieras.

Un selecto grupo de funcionarios ubicados en las últimas plantas de la torre del BCE en Fráncfort serán los encargados de pulsar las teclas de compra de estos activos, con dinero de nueva creación. Es decir, habrá más euros en circulación y, por ende, resultará más barata su adquisición. El precio del dinero rondará el cero por ciento por primera vez en la historia de la moneda única, como ya ocurre desde hace más de una década en Japón, una economía afectada por la deflación.

Existen, sin embargo, dudas sobre la eficacia del plan Draghi porque en economías con poco tirón de la demanda y con perspectiva de que los precios se mantengan o incluso bajen, no hay incentivos para que las familias se animen a gastar o las empresas a invertir, sino para el ahorro. Además, han surgido voces, como el informe presentado esta semana por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) que critican las rebajas salariales, que desalientan el consumo y son un freno para el crecimiento.

En 2011, cuando el Sur de Europa se acercaba a su segunda recesión, el entonces presidente del BCE, Jean Claude Trichet, descartaba las medidas que ahora acaba de anunciar Draghi. Las presiones de Alemania para mantener a raya la inflación no dejaban otra alternativa que recortar drásticamente los salarios y pensiones de los países deudores, la conocida devaluación interna.

Dentro de la troika, integrada por el Fondo Monetario, la Unión Europa y el BCE, éste último era el defensor más acérrimo de los recortes salariales. El propio Trichet se reunió con representantes del Gobierno griego para mostrarles unos gráficos sobre costes laborales por unidad en los que se veía como "los trabajadores griegos cobraban demasiado en relación al resto de Europa".

La medicina aplicada por la troika fue recuperar la competitividad a base de reducir los costes laborales y otros desequilibrios como los déficit públicos, lo que dejó aún más debilitadas a las economías. ¿Por qué no funcionó? En primer lugar, porque contaba con que los grandes países se encargarían de tirar del carro para sacar al resto del atolladero, cosa que ocurrió durante muy poco tiempo. Pero, sobre todo, porque no fue acompañada de las reformas estructurales que reclamaba Alemania por boca del BCE.

El exprimer ministro italiano, Silvio Berlusconi, aceptó a regañadientes reducir el déficit y reformar su mercado laboral. Cuando acató la petición de Trichet, agobiado por la prima de riesgo, se vio obligado a abandonar el cargo, con lo que todo quedó en el tintero. Sus sucesores pasaron la pelota hasta el actual, Matteo Renzi, que sigue ofreciendo buenas palabras, pero pocos hechos.

En Francia es aún peor, ya que sólo hace una semana François Hollande permitió la formación de un Gobierno dispuesto a acometer tímidas reformas, forzado por el alza del paro y el estancamiento.

En España, la cuarta economía del euro, la caída de salarios no se complementa con una reforma de las administraciones públicas, cuyo tamaño sigue intacto.

La OCDE pedía sustituir los recortes retributivos por mejoras de la competencia mediante el aumento del gasto productivo y acabar con la rigidez laboral, que atenaza a Francia e Italia.

Draghi quiere que la rebaja del dinero se complemente con estímulos a la economía, pero el margen para elevar el gasto público es pequeño, aunque haya planes para mejorar los objetivos de déficit.

El dinero barato que promete Draghi desalienta el impulso reformador, como se ve en España, donde los gobernantes han enterrado oficialmente "los ajustes", aunque luego prometan continuar con las reformas sin especificarlas. La cercanía de procesos electorales en varios países europeos deteriorará aún más el afán restaurador.

Las medidas de Draghi rondan el billón de euros, menos de un tercio de los 3,2 billones inyectados por la Reserva Federal de Estados Unidos. Un montante que habrá que ampliar. ¿Pero lo permitirá Alemania, sobre todo si las reformas se paralizan?

Además, las medidas llegan tarde, cuando el daño está ya producido, y es más complicado de reparar. Neil Irwin, columnista y bloguero de The Washington Post, describe con detalle en "Los alquimistas, tres banqueros centrales y un mundo en llamas" (Ediciones Deusto, 2014), un libro que recomiendo, el estrepitoso error cometido por Trichet en 2011.

"En marzo, la inflación en la zona del euro había alcanzado el 2,6 por ciento, un poco por encima del 2 por ciento fijado por el BCE. A pesar de que los PIG's se enfrentaban a tasas de desempleo de dos cifras, las economías del núcleo más poblado de Europa aguantaban, en realidad, bastante bien."

"En su reunión de principios de marzo (2011), Trichet llevó al Consejo de Gobierno un aumento inminente de los tipos de interés. El grupo subió sus tipos un cuarto de punto porcentual en abril, y de nuevo lo hizo en julio. En un momento en el que numerosos países europeos se encontraban en lo que sólo puede tacharse de recesión, el BCE estaba endureciendo su política."

Cuando le preguntaron a Trichet sobre los periféricos, se mostró displicente: "Sólo diré que (...) todas las decisiones que hemos tomado desde el inicio del euro hasta hoy, son diseñadas para dar estabilidad a los precios de los 331 millones de personas".

El fuego acorrala de nuevo a la zona euro y Draghi necesitará la colaboración de todos para sofocarlo.

Relacionados

WhatsAppFacebookTwitterLinkedinBeloudBluesky