
Poco se ha hecho sobre el gasto, la premisa principal para bajar la recaudación. Necesitamos bajar el déficit público, pagar menos impuestos o aumentar la renta.
Hace ya un mes que el ejecutivo nos anunció de forma un tanto rocambolesca la reforma fiscal, primero con un avance un viernes; luego al lunes siguiente la rueda de prensa mucho más detallada por parte del ministerio. Durante este mes de julio hemos ido recibiendo noticias sobre variaciones y modificaciones del proyecto inicial; previamente tuvimos el denominado informe Lagares. Por fin ya está aquí, antes de nada decir que creo que no es una reforma fiscal, algo que se necesita y mucho pues son demasiadas modificaciones, parcheo tras parcheo donde el referido informe Lagares era la piedra angular, se puede estar a favor o no, pero aquello era una auténtica reforma, estamos nuevamente ante una nueva modificación, otra vuelta de tuerca, la cual ya se nos presente como pasada de rosca.
Previo a todo convendría decir que cuando hablamos de impuestos debe tenerse presente que la recaudación debe hacer frente al nivel de gasto de la sociedad. Aquí está quizá mi máxima preocupación, poco se ha hecho sobre el gasto, la premisa principal para bajar la recaudación. España sigue vigilada desde Bruselas, el déficit que genera nuestra economía, en un contexto muy difícil -eso hay que remarcarlo-, sigue siendo escrutado por nuestros socios. El mismo es excesivo aún cuando se ajuste a los dictados europeos, pero no pongamos a Europa como escusa, la cifra de deuda pública, ese saco donde se va acumulando el exceso de gasto en el que se incurre año tras año, es ya preocupante y sino fuera por modificaciones del PIB -actividades ilegales- estaríamos a finales de año por encima del cien por cien, lo que lastra el crecimiento económico de forma importante, crecimiento necesario para rebajar la tasa de desempleo, nuestro mayor lastre, además de un mercado de trabajo precario.
Necesitamos bajar el déficit público, necesitamos pagar menos impuestos, necesitamos aumentar la renta disponible de los ciudadanos, especialmente de la apaleada clase media, nuestro gran activo aquel que marca que la desigualdad no se abra más, esa desigualdad que esta crisis ha generado. Es loable el intento de disminuir la tributación del IRPF, pero al igual que FUNCAS creo que esta crisis va a aumentar poco la renta disponible, lo que le queda al ciudadano después de pagar sus impuestos. Por otra parte al llevarla a cabo durante dos años sus efectos económicos llegarán de forma más tamizada, nuevamente ese gasto público que nos ata y nos condiciona. También más que necesario es disminuir el coste fiscal de las empresas, las cotizaciones sociales que pagan y que no ven los trabajadores, pero que están ahí. No es tan descabellado el aumento del IVA, del principal impuesto indirecto, si ello repercute en bajar las cotizaciones empresariales. Podría y debería generar más contratación, podría ayudar a una competitividad que en España, marcada por el peso del sector servicios, nos es tan necesario además de posibilitar aumentar el peso del sector industrial, aquel que genera un empleo mucho más estable y sólido. Se ha optado por no tocar el IVA pero quizá hubiera sido deseable en aras de esa rebaja del mencionado coste fiscal.
Pero quizás lo que más le interesa al ciudadano es el IRPF, el impuesto directo que pagan las personas físicas. En las rentas más bajas incide teniendo presente que su tributación relativa, es decir comparándola porcentualmente, va a caer durante los dos próximos años un 23,2%, esta es la caída que tendría un contribuyente cuyo base imponible no superase los 12.000 euros. Lógicamente si traducimos ese 23,2% a euros el ahorro es bajo, aproximadamente unos 360 euros anuales o si se prefiere dispondrá en 2016 de 30 euros más mensuales. Si miramos ahora las rentas más altas, aquellas que sobrepasan los 60.000 euros, el ahorro relativo es mucho menor en términos porcentuales pero lógicamente cuando se cuantifica el ahorro en euros, las cantidades son a tener en cuenta. Una pregunta que probablemente surge es si desde 2011, momento de hacerse cargo el PP del gobierno, la tributación ha aumentado y disminuido, a lo cual hay que responder que para todos aquellos que tengan una base imponible inferior a 90.000 euros su tributación desciende y lo hace, especialmente, cuando es igual o inferior a 20.000 euros, por tanto las rentas superiores a los 90.000 euros pagarán más que cuando Zapatero dejó el gobierno. Conviene recordar que España tiene uno de los tipos marginales más altos de los países de nuestro entorno.
En sociedades, el otro impuesto directo, se va a proceder a rebajar los tipos impositivos, pero se suprimen una gran cantidad de desgravaciones y gastos que desvirtuaban totalmente los tipos nominales con los efectivos. Es un paso en línea con el ya citado informe Lagares.
Necesario referirse a la lucha contra el fraude, aspecto que levanta unanimidad como punto más débil. La economía sumergida representa en España, según algunos estudios, un 25 por ciento del PIB. Es urgente acabar con la famosa frase de: con IVA o sin IVA, tan extendidas en determinadas actividades, pero todavía lo es más que las multinacionales extranjeras que operan en España no paguen sus impuestos correspondientes. No es admisible las triquiñuelas empleadas por estas organizaciones, que utilizando paraísos fiscales o bien figuras impositiva de países de la Unión Europea como son Holanda -sándwich holandés- o Irlanda -doble irlandés- paguen mucho menos de lo que les correspondería.