
Presentada la reforma fiscal del Gobierno, sigo pensando que la emergencia en España sigue siendo el déficit público que sólo se puede eliminar recortando gastos.
El recorte de gasto que debería venir de la mano de una reforma sustancial de las Administraciones Públicas es la única manera de bajar los impuestos. Pero el Gobierno ha presentado una reforma fiscal maquillaje: ha hecho caso omiso a los informes de los sabios y ha intentado cuadrar el circulo para dejar los impuestos en España como en la época de Zapatero. Simplemente ha anulado la subida del 2011 (aunque para las rentas más altas no es así, de hecho pagarán un poco más). Entonces, ¿para quien ha bajado los impuestos? Claramente para las rentas más bajas.
En este voluntarismo político de Montoro destaca sobre todo la reducción de tramos que se traduce en una simplificación del IRPF; la eliminación y variación de algunos módulos y la adopción de medidas que claramente tendrán que ser negociadas o anuladas de la propuesta inicial como que la indemnización por despido tribute como IRPF.
Uno de los grandes perjudicados de esta reforma es el ahorro. A pesar de la reducción de las tarifas y los incentivos fiscales para dotar las reservas de las empresas, hay medidas que chocan con uno de los objetivos perentorios para la política económica: estimular el ahorro, motor de la generación de riqueza.
Durante los últimos años, el ahorro o el desendeudamiento ha sido la clave de la estabilización financiera del país. Era el propio Montoro quien me explicaba a mí el "enorme esfuerzo" de las familias y empresas para devolver sus préstamos, y seguir haciendo frente a los gastos. Ese esfuerzo de pagar lo que se debe, y además ahorrar, provocaría el despegue económico. Si la inversión se hace con ahorro y no a crédito, es más sano. Pues bien, el ahorro también sale perjudicado, buscando reactivar un consumo, a mi juicio temprano.
En conclusión, pagarán menos renta los que menos tienen. El resto de la reforma fiscal es un "quiero y no puedo", sencillamente porque el Gobierno no quiere/puede abordar la reforma del gasto público.