Con gran ceguera, el Gobierno deja el trabajo a medias y ralentiza la posibilidad de una recuperación más rápida.
A veces resulta difícil entender la cerrazón de los seres humanos ante la evidencia. Tras el resultado de las últimas elecciones europeas, que han supuesto un buen varapalo para PP y PSOE, ambos corren el riesgo de hacer guiños en la dirección equivocada. Lo que puede ser más grave en el caso del PP, que es quien tiene la responsabilidad de gobierno.
Dice Juan Carlos Arce hoy de elEconomista que "los resultados (de las elecciones) serán tan transitorios como transitoria sea la crisis". Con gran ceguera el Gobierno parece dispuesto a extender la duración de la incertidumbre económica hasta la próxima legislatura antes de concluir el trabajo para el que sus votantes lo eligieron.
El crecimiento del voto radical es la respuesta de una parte de la población a los sufrimientos soportados por la crisis. La abstención que ha dominado entre los votantes del PP obedece al hartazgo de ver que no llevan a cabo el programa que prometían.
Que mejore la macroeconomía no signifique que los problemas se hayan arreglado, ni la confianza depositada en el voto es un cheque en blanco. Rajoy debe demostrar que actúa para reducir el déficit y la deuda. No vale con confiarlo todo a un crecimiento que no está afianzado, hay que concluir el trabajo. El Gobierno debería reflexionar sobre la posibilidad de que si abandona las reformas quizás van a ser más los votantes que le retirarán su apoyo. Dejar al pairo la nave de la economía alienta los radicalismos y hunde la posibilidad de una recuperación rápida.