Opinión

El desafecto europeo

Las instituciones europeas no han sido capaces de vincular a los votantes con Europa.

El domingo se llevarán a cabo elecciones para elegir a los representantes del parlamento Europeo. Parece a todas luces que la fracción de votos que ganará en casi todos los países será la de la abstención. La ciudadanía muestra un desafecto total al proyecto europeo. Esta sensación es aún mayor en algunos países que en el nuestro, por ejemplo Inglaterra, donde los partidos antieuropeístas parece que verán como las urnas premian sus programas en contra de esa unión. Cierto que la idea de Europa que Inglaterra tiene es cuando menos cuestionable y pasa por una Europa a la inglesa. Aquí en España no tenemos ningún partido que simbolice esta ideología, pero por el contrario cabe pensar que España puede estar a la cabeza de los países con mayor abstención.

Sin embargo la Unión Europea es precisamente una idea que, en estos momentos, tiene una gran importancia. Asistimos al nacimiento de un nuevo modelo mundial, tanto político como económico. Surge una nueva división de poderes donde dos potencias sobresalen, por una parte EE UU, nación que intenta mantener su dominio, por la otra China que amenaza ese privilegio, pero es ya de facto un jugador de mucho peso. Ambas desde hace tiempo mantienen un pulso importante desde el punto de vista económico, donde la tecnología está siendo uno de los principales cuestiones de este nuevo reparto de poder. China además juega con su peso económico, si hasta ahora ha sido la de la oferta, la producción de productos de bajo valor añadido y basado en una mano de obra y política medioambiental prácticamente nula, en el futuro su importancia pasará también por la demanda, dado el peso que su población jugará en un futuro. Para contrarrestar este situación y no quedarse desenganchado del nuevo equilibrio, los países europeos deberían acometer una política única, constituyéndose en un solo bloque y dar respuesta a esta nueva situación.

Hasta el momento las instituciones europeas no han sido capaces de vincular a los votantes con la idea de Europa, poca empatía transmiten los eurotecnócratas, así los ciudadanos ven las instituciones europeas como una carga sin sentido. Se habla y se comenta mucho sobre el coste de estas instituciones, muchas veces se refieren al sueldo de los eurodiputados, su jornada laboral y las prebendas que deparan. Pocas veces se entra en las importantes funciones que el parlamento europeo tiene, en la regulación que definirá el modelo europeo, en las medidas que llevan a cabo y que luego posteriormente condicionará la vida política y especialmente la económica de los países. Es más, cuando esto se produce suele ser para imponer la etiqueta de villano, un buen ejemplo lo tenemos en nuestros astilleros y la sentencia de Bruselas sobre el modelo de financiación; aún cuando los diferentes gobiernos nacionales sabían de la situación, estaban avisados de lo que ocurría, no se hizo nada. Quién tiene la culpa Bruselas o España.

En una gran medida son las instituciones, tanto europeas, como nacionales, las causantes de este desafecto y desconocimiento de sus funciones. Esta crisis económica está provocando el declive, no solo de países europeos, sino de la propia idea de la unión europea. Cuanto más estamos necesitados de la unión para dar respuestas que deben plantearse desde una posición conjunta, más se hecha en falta esta unión. Un buen ejemplo es el paro, la agencia Eurostat cifra en 26, 2 millones de personas en situación de desempleo, pero el dato es aún más elocuente si tenemos presente que según la misma agencia la mano de obra desaprovechada de forma total o parcialmente supera la cifra de los 47 millones. Sin embargo desde Bruselas se habla de preocupación y necesidad de acometer medidas pero no se perciben estas medidas por ninguna parte, parece como si la Unión Europea se resignase a esta situación.

La crisis ha agudizado el desafecto hacia la idea de la unión Europea, pero es que se lo ha ganado a pulso. Los ciudadanos ante la acumulación de problemas económicos, donde emerge por importancia el paro, no solo están hastiados de la burocracia europea, sino que se percibe como parte del problema. Europa necesita no solo dar respuesta a los países acreedores, especialmente Alemania, donde las medidas sobre los problemas bancarios y de saneamiento de las cuentas públicas nacionales son una necesidad, todas ellas basadas en recetas de recortes y máxima austeridad, también se necesitan medidas de apoyo y expansión económicas para aquellos países en "tratamiento". Sí, los países rescatados: Irlanda, Portugal, Grecia o la misma España, deben pagar los créditos contraídos pero a la vez necesitan de ayuda para paliar la factura social que la austeridad, sin más, tiene. La mejor forma de garantizar el pago y a la vez fomentar la cohesión europea y rebajar las tasas de desempleo son políticas activas de crecimiento. Dónde están esas medidas, qué se está haciendo por mejorar y activar el crecimiento más allá de que pase el tiempo, nada.

Europa debe ser consciente que tiene que estar fuertemente unida para ser un bloque líder y poder dar respuestas contundentes a problemas como el de Ucrania. En el terreno económico a largo plazo se necesita también esa unidad para no vernos relegados a las decisiones de China o EE UU. En el corto la cohesión europea, basada en la unidad, debe ser capaz de dar la cara ante sus ciudadanos respondiendo a sus necesidades.

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