Opinión

El desastre europeo

Europa sufre una parálisis económica, pero los políticos hablan del fútbol en lugar de ajustes.

La campaña de las europeas llega a su fin sin pena ni gloria. Todo el debate sobre las aspiraciones independentistas de Cataluña gira alrededor de su pertenencia o no a Europa, pero los políticos prefieren debatir sobre el sexo de los ángeles, en vez de aportar datos sobre las graves implicaciones que supondría para los catalanes abandonar el euro.

El presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, salvó a España hace un par de años de un rescate, que los grandes empresarios que agasajaron la semana pasada a Rajoy daban por seguro, pero nadie en la oposición o en el Gobierno está interesado en explicárselo a los ciudadanos. Nuestra vida cotidiana se rige por normas europeas, desde que nos levantamos y encendemos la luz hasta cuando llenamos el depósito de combustible para acudir al trabajo o volver a casa. Pero ninguna de estas complejas normativas que, en muchas ocasiones no sirven más que para incrementar la burocracia y mermar la competitividad de nuestros productos, sale al debate público.

¿Cuánto nos cuesta Europa? ¿Por qué las administraciones públicas, las empresas o los ciudadanos se aprietan el cinturón y los representantes europeos siguen gastando como si el dinero fuera infinito? Hay preguntas incómodas, que prefieren no trasladar a la opinión pública. El secreto mejor guardado es el de quién manda en Europa. Se dice que el juego está entre el candidato popular Jean-Claude Juncker y el socialista Martin Shultz. Pero todos sabemos que el poder verdadero reside en Angela Merkel.

La canciller germana y su ministro de Economía, Wolfgang Schäuble, decidieron salvar a Grecia de la condena a los infiernos para evitar un efecto dominó que arrastrara primero a la periferia y luego al resto, como relata el exsecretario del Tesoro de Estados Unidos, Timothy Geithner, en su reciente obra, Stress Test (Prueba de resistencia).

Geithner asegura que tuvo que emplearse en quitar de la cabeza a Schäuble la idea de dejar caer a los griegos, para evitar así un nuevo caso Lehman Brothers. La quiebra del banco de inversión americano en septiembre de 2008 con el consentimiento de su antecesor, el secretario del Tesoro, Henry M. Paulson, precipitó la mayor crisis financiera desde el Crash del 29. Merkel y su pupilo defendían la amputación de los miembros enfermos para que el resto del cuerpo del euro sobreviviera, pero a punto estuvo de provocar la voladura completa de la moneda única.

Nuestros políticos presumen de que han paralizado los ajustes. Pero es una gran mentira. La pertenencia al euro nos condena a combatir el desempleo con ganancias de competitividad, que pasan inexorablemente por una caída de salarios y del nivel de bienestar. Europa se ha convertido en una pesada maquinaria difícil de movilizar y carísima de mantener, que en el futuro se regirá por el modelo económico alemán. ¿Son conscientes de ello?

Las autonomías incumplidoras del déficit aseguran hoy en elEconomista que no hay margen para mayores esfuerzos y fían todo su futuro a la recuperación de la economía. Es la misma canción que entona el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, cada vez que tiene ocasión, aunque ni él mismo lo crea.

El desempleo, sobre todo juvenil, es el principal problema en estos momentos. Los políticos se tiran los trastos a la cabeza, pero eluden aportar soluciones, por si fracasan. Las palabras de Cañete sobre la altura intelectual de su rival político, Elena Valenciano, tuvieron más repercusión mediática que cualquiera de los otros asuntos.

El Gobierno ha maniobrado en la trastienda para que la subida del rating de la deuda española anunciada ayer por S&P se produjera en vísperas de los comicios. El mensaje velado que intenta trasmitir como gancho a sus electores es el de que España va bien y sólo hay garantías de que vaya poco a poco mejor si el PP sigue al frente. Pero, ¿acaso importa eso para el Gobierno europeo?

Para colmo de males, el partido de la Champions entre el Atlético y el Real Madrid tiene mayor relevancia que los comicios. El antiguo Palacio de Correos, sede del Ayuntamiento de la capital de España, o la sede de la Comunidad de Madrid, en la Puerta del Sol, están engalanados con sendos carteles de Atlético y Real . Ni rastro de la enseña europea. Es bochornoso escuchar a la alcaldesa, Ana Botella, elogiar a diario a los dos equipos de fútbol en lugar de acabar con el sufrimiento de los madrileños por los socavones de la mayoría de las calles de la ciudad, la merma de los servicios de limpieza o los dedicados al cuidado de parques y jardines. Quizá es que trata de hacernos olvidar su estrepitoso fracaso en los Juegos Olímpicos. ¿Qué diferencia hay entre la brillante gestión de ambos equipos futbolísticos con la edil madrileña? Abismal. La economía europea está estancada y necesita, al igual que Madrid u otros lugares, un plan de choque del que todos evitan hablar.

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