Opinión

El imperio ruso también se desmoronará

  • Las ambiciones imperiales del presidente Vladimir Putin son inútiles
  • Si el petróleo y el gas se hunden, Rusia podría verse en quiebra
El presidente ruso, Vladimir Putin. Foto: Archivo

Rusia se ha anexionado Crimea y sus agentes avivan rebeliones por el este de Ucrania. Sus tropas se agrupan en la frontera mientras el presidente Vladimir Putin habla con admiración del viejo imperio soviético y parece dispuesto a recrearlo. Al mundo le preocupa con toda la razón que Moscú albergue ambiciones imperiales como ocurrió durante gran parte de los siglos XIX y XX.

El último imperio ruso se vino abajo por la debilidad de su economía y a éste le va a ocurrir lo mismo. Puede que Putin se haga el duro pero no tiene las bases económicas para reclamar una subida de estatus como superpotencia. Tras un estirón del crecimiento por el desarrollo de sus yacimientos petrolíferos y otros recursos naturales, ahora ha perdido fuelle. El crecimiento se ha paralizado e incluso se revierte. El coste de la anexión de Ucrania agotará sus recursos.

Dirigir una gran potencia es caro (y, si no, pregúntenle a los americanos o a los británicos antes que ellos). Los rusos no se lo pueden permitir y, por eso, fracasarán a medio plazo. Todavía no está claro hasta dónde pretende Putin llevar sus ambiciones sobre Ucrania. Tal vez sólo quiera colocar de nuevo un régimen promoscovita en el poder o devolver la economía al control íntegro de Rusia o, por lo menos, las regiones del este. Todo eso se verá. Lo que sí sabemos es que la economía rusa no puede pagar el precio que le cuesta esta crisis.

Rusia ha vuelto a caer en una depresión. La producción ha encogido en los tres últimos meses. El FMI ha recortado su pronóstico de crecimiento en 2014 del 1,3 al 0,2% y sostiene que los 100.000 millones de dólares aproximadamente que han huido del país desde el inicio del conflicto ya han afectado a la producción. Standard & Poor's ha rebajado su nota a apenas una muesca por encima de la basura. El rublo ha caído un 8% frente al dólar y el banco central ha empujado los tipos de interés del 5,5 al 7,5% para defender la moneda e impedir la fuga de dinero.

No podía haber elegido peor momento. En la década previa a 2008, la primera desde que Putin subió al mando, se crecía a una media del 7%. Entre 2008 y 2012, se bajó al 4% y ahora ronda el 1%. Sin visos de remontar en un futuro próximo. El petróleo y el gas forman el pilar de la economía rusa, que suministra el 24% del gas de Europa y el 30% del petróleo. Planea exportar gas a China pero los oleoductos no están construidos. No hay mucho más. Ni industrias de manufactura capaces de exportar ni distribuidores que puedan atender fuera del mercado nacional.

¿Cuántas empresas rusas conoce que no pertenezcan al sector de los recursos? China ha creado muchas, al igual que Brasil y la India o casi toda Europa oriental. Rusia, sin embargo, bajo la oligarquía capitalista controlada y dominada por el Estado, ha fracasado estrepitosamente. Lo peor de todo es que se ha vuelto a hundir en una crisis demográfica más grave que nunca. Entre 2005 y 2010, la población en edad laboral creció un 5%; ahora disminuye un 1% desde hace cinco años. Entre 2015 y 2020, caerá un 6%. Cuesta mucho hacer crecer una economía cuando la mano de obra encoge (lo saben bien los japoneses).

Empeorarán la economía

Las ambiciones de Putin sólo empeorarán la economía. Ucrania es un caso perdido, que apenas ha crecido desde el hundimiento de la Unión Soviética. Las industrias pesadas que heredó del comunismo eran redundantes y no han sido reemplazadas por otras nuevas. Mientras que Polonia ha florecido, Ucrania se ha estancado, lo que obligaría a Rusia a soportar un enorme pasivo justo en el peor momento. Alemania del este, con una población de 16 millones, casi quebró a la adinerada Alemania occidental tras la reunificación.

Ucrania, con 45 millones, podría dar a Rusia de bruces contra el suelo. Las sanciones empeorarán las cosas. Cuando a una economía le cierra las puertas del resto del mundo, pierde competitividad, aunque Rusia no es que tenga mucha. El dominio de un grupo reducido de oligarcas se fortalecerá y los pocos emprendedores auténticos en Rusia se van a encontrar con el mundo cerrado. La dependencia de la energía y los recursos naturales no hará más que aumentar, aunque incluso eso corre riesgo a medio plazo. Europa está sentada sobre una amplia reserva de gas de esquisto y sólo necesita encontrar la voluntad política de liberarse de la energía rusa. La agresividad de la política exterior de Putin podría ser precisamente el empujón para que ocurra.

Si el petróleo y el gas se hunden, Rusia podría verse en la quiebra. Como es lógico, nada de eso implica que no valga la pena comprar acciones rusas a estos niveles. La economía está en baja forma pero eso ya está incluido en el precio. El mercado moscovita presenta unas ganancias cuadruplicadas. Sus recursos naturales siguen siendo valiosos, por muy mal que se gestionen. Cuando regalan activos por casi nada, no hay razón para no comprarlos.

Lo que sí implica es que las ambiciones imperiales de Putin son inútiles. Los imperios se basan en la fortaleza económica y no al revés. Los rusos pueden anexionarse Crimea e incluso hacerse con el control de Ucrania también si quieren (no hay visos de que Europa o EEUU vayan a ir a la guerra para defenderla), pero la debilidad de la economía condujo al descalabro del imperio soviético y con Rusia va a suceder lo mismo.

Mattew Lynn, Director Ejecutivo de la consultora londinense Strategy Economics.

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