
El Gobierno da rienda a medidas imaginativas ante la imposibilidad de bajar gravámenes: olvídense de lo anunciado por Rajoy.
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, utilizó el debate sobre el Estado de la Nación para anunciar algunas medidas de estímulo de la economía y consiguió que los titulares de la mayoría de los periódicos, con la honrosa excepción de elEconomista, elogiaran su iniciativa. El Consejo de Ministros de ayer aprobó las medidas anunciadas por el presidente. Pasado el momento de euforia, un análisis más detenido arroja un balance preocupante. La decisión de eliminar el impuesto del IRPF en el tramo de hasta 12.000 euros tendrá un impacto irrisorio de 20 millones en las cuentas de Hacienda, mientras que la medida estrella, la tarifa plana de 100 euros en la Seguridad Social, para la contratación de empleados fijos, tendrá un coste cero para el Estado, según señaló ayer la ministra de Empleo, Fátima Báñez.
El Gobierno ha decidido dar rienda suelta a la imaginación, con medidas de bajo coste o próximas a cero, que trasladan la sensación de optimismo al ciudadano. Hemos pasado de los recortes públicos a estimular la contratación, de subir los impuestos a reducirlos, aunque sea de manera insignificante. Agradecemos el esfuerzo propagandístico oficial, pero el efecto real sobre la economía de ambas actuaciones es más que dudoso.
La tarifa plana, una especie de Plan Pive en el empleo, adelantará la creación de puestos de trabajo, ya que muchas empresas ajustaron al límite sus plantilla durante la crisis. Pero, a cambio, se penalizarán las cuentas de la Seguridad Social a medio plazo, diga lo que diga el Ejecutivo. La medida estará vigente de febrero a diciembre de 2014, con el objeto de lograr buenas cifras antes de las elecciones previstas para el año siguiente.
El Gobierno busca por todos los medios adelantar la recuperación, porque, aparcada definitivamente la vía del ajuste del gasto público, las cuentas sólo se pueden cuadrar con una mejora de los ingresos. Se confirma, en definitiva, lo que anunciamos hace unas semanas. Montoro no puede permitirse que la recaudación se merme en un euro hasta que la economía dé señales de mayor fortaleza.
Así que olvídense de lo anunciado por Rajoy, no hay posibilidad de bajar los impuestos. La tarifa plana sustituye, de hecho, a la reducción de cotizaciones sociales pedida por la patronal.
La reforma del capital riesgo para pequeñas y medianas empresas o las facilidades dadas por el ministro de Economía, Luis de Guindos, para promover métodos de financiación alternativa a la bancaria son esfuerzos elogiosos y en la buena dirección, pero insuficientes para impulsar el crecimiento.
La pregunta que corre en boca de todos es ¿cuándo arrancará esto? El ecómetro, una encuesta elaborada entre empresarios por KPMG y elEconomista, señalaba este lunes que el 40 por ciento espera una mejora de sus ventas en este ejercicio, pero sólo el 20 por ciento ve la recuperación en 2014. Dicho de otra manera, el 80 por ciento la aplaza a 2015 o 2016. ¡Largo me lo fiáis!
España logró superávit corriente por primera vez desde 1997, gracias a un incremento de las exportaciones próximo al 5 por ciento y a la congelación de las importaciones.
Pero el superávit puede ser exiguo tras el súbito deterioro que sufrieron las ventas al exterior en el último trimestre del año. Algunos economistas advierten que un empeoramiento del entorno internacional borraría esta ventaja competitiva en el futuro y dejaría el crecimiento económico a merced de la demanda interna, mientras que el consumo sigue al ralentí.
La fragilidad de la economía española la han denunciado organismos internacionales como el Fondo Monetario o la OCDE en las últimas semanas, que solicitan profundizar en las reformas, sobre todo la laboral.
Con todo, la situación no es crítica, como ocurría hace un año y medio. No hay más que ver la mejora del rating de la deuda española anunciado esta semana por la agencia de calificación Moody's o la gran acogida internacional de la colocación del 7,5 por ciento de Bankia. La demanda de los títulos del banco causante de la crisis financiera duplicó su oferta.
Hay otros hitos favorables en esta semana. Los esfuerzos diplomático de la titular de Fomento, Ana Pastor, contribuyeron a salvar el contrato del Canal de Panamá. La suspensión de los trabajos por parte de la española Sacyr hubiera representado una fuerte bofetada para la imagen de las empresas en el exterior.
También se veía el pasado jueves por la noche satisfecho, en la entrega de los premios EY de Emprendedores, al ministro de Industria, José Manuel Soria. Repsol logró atar los cabos sueltos dejados en la negociación con los argentinos, en la que participó Soria, para zanjar el conflicto de la petrolera YPF.
La economía es una ciencia de expectativas y las malas perspectivas que nos colocaron al borde del rescate hace año y medio han dado paso a un exceso de optimismo. Pero la sensación de que caminamos aún sobre el alambre es creciente entre analistas y empresarios ante la falta de una política económica firme, el freno a las reformas y el escaso margen de maniobra para impulsar el crecimiento.