
El gasto público se come casi la mitad de PIB, lo que demuestra la falta de voluntad del Gobierno para acometer ajustes.
Con la crisis económica la mayoría de la población ha perdido poder adquisitivo por la devaluación interna que se ha hecho vía salarios y también ha menguado el patrimonio. Sin embargo, desde la Administración del Estado parecen no haberse enterado todavía de esta realidad por dura que parezca. El gasto público durante la crisis subió 8,6 puntos y representa ya el 47,8 por ciento del PIB. Decía Churchill que un político tiene que ser siempre prudente, pero gastarse casi la mitad de lo que producimos no parece que lo sea. De hecho, no lo es, sobre todo si lo que se dilapida es dinero público. Es cierto que el Gobierno de Zapatero no embridó el gasto, pero tampoco lo ha hecho Rajoy que, a pesar de las reformas realizadas y el programa de ajustes en sanidad, educación y servicios públicos sigue manteniendo un tamaño de Estado que no nos podemos permitir. A pesar de que en lo que va de legislatura la evolución de los ingresos y los gastos siguen caminos totalmente opuestos, el Ejecutivo ha tomado decisiones que no van en la línea idónea. Somos el octavo país de la eurozona con mayor gasto. Obviamente, el impacto de la crisis económica tiene algo que ver en este repunte, pero no es el único factor. Los malos usos incurridos por distintas esferas de la Administración, unidos a una falta de voluntad política y un plan integral de reformas del sector público, pueden hacernos perder una oportunidad de oro para acometer los deberes. Ya no valen los descafeinados ni las medidas que no concretan objetivos. Rajoy dispone de una mayoría absoluta en el Parlamento que pone en funcionamiento cuando le conviene. Quizá éste sea el momento oportuno, sin demorarlo a la próxima legislatura.