Los bancos germanos imponen a los países periféricos políticas de austeridad.
M uchas y diversas son las causas que explican la grave crisis económica que, desde hace más de seis años, están sufriendo las llamadas economías periféricas de la eurozona. De entre ellas destaca, aunque no ha sido la más comentada y analizada, el agravamiento de los desequilibrios comerciales entre Alemania y esas economías periféricas (principalmente, España, Grecia, Irlanda, Italia y Portugal).
Las causas de este agravamiento se remontan a finales de la década de los noventa del siglo pasado cuando, coincidiendo con los primeros pasos del euro, el Canciller alemán Gerhard Schröder (perteneciente al SPD), para hacer frente a unas tasas de crecimiento económico notablemente bajas y una tasas de desempleo en aumento, lanzó una política consistente en disminuir los salarios interiores (Agenda 2010) con el objetivo de aumentar la competitividad de las exportaciones alemanas.
Los rápidos superávits comerciales conseguidos por Alemania a través de esa estrategia, y debido a que no era posible su corrección a través de una depreciación de las monedas periféricas de Europa, se fueron convirtiendo con el tiempo, primero en endeudamiento privado de la periferia europea y, posteriormente, en su deuda pública.
El mecanismo de transmisión para ello fue el siguiente: al disponer de elevada liquidez, derivada de los superávits comerciales, los bancos alemanes concedieron créditos con facilidad a los bancos de la Europa periférica, en especial a los españoles, los cuales a su vez hicieron lo propio con sus clientes privados (empresas y familias). Es decir, los superávits comerciales alemanes se transformaron en la deuda externa española.
Posteriormente, el endeudamiento privado se transformó en endeudamiento público dado que una buena parte de los fondos recibidos por parte de los bancos españoles para llevar acabo sus procesos de reestructuración (necesarios ante el aumento de las tasas de morosidad y disminución del valor de los activos que apoyaban la deuda concedida, es decir, de los inmuebles), procede directamente del Estado español que los ha obtenido en los mercados financieros internacionales a través de la emisión de títulos de deuda pública. Con ello se garantizaba que la banca española podría seguir pagando sus deudas con la banca alemana lo cual constituye, de forma indirecta, una operación de salvamento de los bancos alemanes.
Pero es que además, los principales compradores de esa deuda pública emitida por el estado español para financiar el salvamento bancario fueron los propios bancos, tanto los alemanes como los españoles, dado que esa deuda pública era altamente rentable teniendo en cuenta los elevados intereses que esta deuda debía pagar (la famosa prima de riesgo); de hecho, era el destino más rentable de todos los posibles, aunque en sí mismo constituyera a generar un perverso círculo vicioso de funestas consecuencias. De esta manera, la banca alemana se fue convirtiendo en acreedora ya no sólo de los bancos españoles sino también del propio Estado español.
Finalmente, hay que contabilizar dentro de la deuda pública los 41.000 millones de euros de los 100.000 concedidos por el Eurogrupo (y por lo tanto por Alemania) para el Plan de Rescate del sistema bancario español. Todo sumado, más de cien mil millones de euros de deuda pública (casi el 100 por cien del PIB español) y un pago de intereses por encima de los 36.000 millones para el año 2014 (un 10,3 por ciento del total de los Presupuestos Generales del Estado).
Ante este escenario, los bancos alemanes presionan para imponer a los países periféricos de Europa fuertes políticas de austeridad en los gastos públicos, utilizando para ello sus correas de transmisión, el gobierno alemán y, especialmente, la troika (FMI, BCE y Comisión Europea). El objetivo es que los gobiernos de la periferia europea liberen recursos públicos con los que pagar la deuda pública en manos de los bancos. En consecuencia, los gastos públicos vinculados al Estado del Bienestar (sanidad, enseñanza, pensiones, dependencia, ayudas a las personas más desfavorecidas, etc.) han ido sufriendo importantes recortes en todos los países de la periferia europea y, especialmente en España, donde el Estado del Bienestar, además, ya presentaba, al inicio de la crisis, un nivel de desarrollo netamente inferior al de los países más avanzados de Europa. En síntesis, los estados del bienestar de los países periféricos de la eurozona son los que están pagando tanto la reestructuración y salvamento de los bancos locales como y, sobre todo, que la crisis de solvencia de estos no se propague a los bancos alemanes.