Opinión

Los juegos o el Bálsamo de Fierabrás

Las Olimpiadas no reemplazarían la falta de reformas que denuncia el presidente del BCE.

E l Gobierno sigue adelante con su campaña de propaganda sobre la buena marcha de la economía. Rajoy aprovechó el marco de la reunión del Grupo de los 20, celebrada esta semana en San Petersburgo para presentar sus progresos y recibir los parabienes. Obama se sumó al coro de elogios iniciado la semana pasada por el ministro de Economía germano, Wolfgang Schäuble. Lo de vender optimismo forma parte del trabajo del circo político.

Más profesional y, desde luego, mejor informado, el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, aguó la fiesta a los políticos. Draghi dijo que la recuperación es débil y está sin consolidar, debido a "la falta de reformas". El gobernador no mencionó ningún país, pero todos conocemos la parálisis económica en Italia por culpa de la inestabilidad del Gobierno; el tercer rescate que se rumia en Grecia para después de las elecciones germanas, o las dificultades de Portugal para cumplir sus objetivos tras echar por tierra un juez sus recortes.

Y luego está el caso español, que apunta hacia la vuelta a un crecimiento raquítico, pero positivo, al fin y al cabo. Sin embargo, la reducción del déficit está sustentada esencialmente en la prima de riesgo, en lugar del recorte del gasto público, como ya explicamos la semana pasada. El déficit público del Estado (excluidas las autonomías) hasta julio alcanzó el 4,4 por ciento del PIB y dejó una sensación agridulce, ya que supera casi en un punto lo previsto para el año.

Hasta el ministro de Economía, Luis de Guindos, reconoció implícitamente el problema al señalar que "quedan más reformas pendientes de las que hemos hecho". Por si hay alguna duda, el presidente confesó ayer que la espiral de la deuda seguirá aumentando hasta 2016. Eso significa que rebasará el 100 por cien del PIB, un nivel considerado crítico para poder seguir pagándola.

Así las cosas, las esperanzas del circo político parecen ahora puestas en las Olimpiadas. En las últimas semanas nos han vendido que su concesión este sábado marcaría un antes y un después, abriría las puertas del edén y pondría fin a las calamidades. Un bálsamo cura todo, como el hallado por el rey Balán y su hijo Fierabrás a las puertas de Roma.

La tozuda realidad muestra que los Juegos raramente son rentables, como ocurrió en Londres 2012. En Madrid, el manirroto de Gallardón se gastó lo que no teníamos en levantar estadios sobre la nada, piscinas elefantiásicas o pistas de tenis polivalentes de nula rentabilidad. Los Juegos brindarían la oportunidad de rentabilizar esta inversión.

En el corto plazo, el efecto sobre la confianza, sobre las bolsas o, incluso, en la prima de riesgo sería muy positivo. Pero pasados unos meses, todo volvería a su ser, ya que es un proyecto a siete años vista. En román paladino: no va a reemplazar las reformas que precisa la economía española.

El impacto más relevante, según los analistas, sería sobre el proyecto Eurovegas, que se vería obligado a adelantar las obras de construcción de la primera fase de su complejo hotelero para estar lista en los Juegos.

España cuenta, en esta ocasión, con un aliado inesperado. Las marcas deportivas prefieren el continente europeo al asiático, porque la mayoría de sus consumidores viven en el mundo occidental y verían los Juegos en diferido. El lobby judío, que trajo la inversión de Eurovegas, cercano al entorno de Aznar y a su esposa, la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, juega también a nuestro favor. Pero en el Comité Olímpico Español están que fuman en pipa con el ministro de Exteriores, José Manuel García Margallo. La inoportunidad del conflicto con Gibraltar puso en contra de Madrid a parte del mundo anglosajón. Cualquier conjetura sobre el resultado de la votación es pura especulación.

Y por último, la percepción sobre el futuro va a depender más de la decisión que tome Obama en los próximos días sobre la intervención aérea en Siria. Putin amenaza con aliarse con el Eje del mal si Obama levanta la bandera de guerra, lo que abre la puerta a una internacionalización del conflicto. Afortunadamente, desde el Papa Francisco hasta el bando republicano del Congreso de EEUU comienzan a darse cuenta de los riesgos del ataque.

El presidente Obama se ha quedado sin argumentos para explicar por qué mantiene las ayudas a la dictadura militar egipcia, causante de un número similar de muertos entre los Hermanos Musulmanes, y no es capaz siquiera de esperar a los resultados de los análisis químicos de la ONU para decidir la represalia. Parece una excusa para volar los arsenales sirios, que no podría hacer de otra manera sin violar su soberanía.

Hasta la recuperación americana arroja dudas razonables, a juzgar por los datos sobre desempleo conocidos ayer. En estas circunstancias, tengo muchas dudas de que las Olimpiadas vayan a ser el bálsamo de Fierabrás que nos venden.

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