En los Juegos Olímpicos , los costes se infravaloran y los beneficios se exageran.
Será este sábado 7 de septiembre cuando se conozca si Madrid consigue celebrar los Juegos Olímpicos en 2020. Parece que Madrid tiene posibilidades de conseguir la anhelada candidatura, al menos en varias casas de apuestas la capital española es la favorita. En estos momentos de graves crisis económica mundial y en donde España ha sido de los países más golpeados surge la pregunta. ¿Interesa organizar unos JJOO?
Si miramos las candidaturas, la más sensata parece la de Madrid, tanto por presupuesto como por desarrollo actual. Durante estos años ha realizado importantes inversiones en infraestructuras, unos 6.500 millones de euros, lo que nos permite contar ya con un 80 por ciento de las instalaciones necesarias. Faltarían, según presupuestos, 1.500 millones, para terminar todo lo necesario, tema sobre el que Madrid ha insistido a la Comisión de Evaluación del COI que no faltará financiación y que estamos en disposición de hacer frente a este gasto. En el tema del presupuesto conviene tener muy en consideración que en la mayor parte de los casos la factura final se vio desviada al alza de una forma considerable. Sydney en el año 2000 y Londres en 2012 están tristemente a la cabeza, en ambas ocasiones el gasto se triplicó sobre los presupuestos iniciales; Pekín prácticamente está en la misma cifra de desvíos.
Económicamente, la llegada de esta financiación será buena para la actividad y el empleo. Supondría un fuerte empujón a las necesarias infraestructuras, a la actividad y, como no, al empleo; paralelamente, aumenta la visita de turistas por el efecto "atracción". Esta afirmación no es gratuita, pues el tirón económico se produce hasta realizar las obras, a partir de acabar las instalaciones los números de otras Olimpiadas indican que se frena, incluso en algunos juegos aumentó el desempleo.
Se trata de un efecto muy conocido por la economía, el gasto público aumenta la actividad, pero cuando estos impulsos finalizan, si el sector privado no coge el testigo de la inversión, la economía se frena y, además, puede dañar los presupuestos públicos. Cierto que momentáneamente la circulación de dinero se eleva, pero es un periodo corto y suele seguir un periodo de contracción. El triste ejemplo es Grecia. Los juegos de Atenas 2004 supusieron una inversión de 12.000 millones, al año siguiente hubo una caída de la actividad del 1,3 por ciento. Además, el coste de organización es uno de los lastres que la economía griega soportó hasta su colapso en 2008 por el déficit público acumulado.
Durante la celebración de los juegos, los datos de actividad comienzan a refrenarse, la obra pública desaparece y nos quedamos con un empleo transitorio, el que generan los juegos, centrado en turismo. Son estos puestos de trabajo los que los políticos suelen publicitar, pero es empleo temporal, de baja cualificación y mínimo valor añadido. Los juegos de Barcelona demuestran que normalmente los costes se infravaloran y los beneficios económicos se exageran, incluso en el desarrollo de la ciudad. Se contrae una deuda enorme en infraestructuras deportivas, distrayendo recursos quizá más necesarios. Es más, las instalaciones construidas pueden ser un importante lastre si posteriormente no se mantienen y rentabilizan. Los resultados tangibles son muy escasos, prevalecen aspectos como orgullo, felicidad, complacencia. Barcelona fue un éxito pues se acometieron desarrollos necesarios, sirvieron para confirmar el fin de una etapa política que había durado cuarenta años, también para que la ciudad condal fuese considerada como un destino turístico de primera categoría. Barcelona es un caso excepcional, los juegos se llevaron a cabo en momentos muy complicados económicamente, no tanto como los actuales, con restricciones de crédito incluido, al final no arrojó un beneficio económico, pero desde luego fue y sigue siendo un hito social que aún se recuerda y que es puesto como ejemplo de logros no tangibles, aunque económicamente no hay motivos que lo justifiquen.