
El incremento de la desigualdad ha sido mayor que en cualquier otro país de la OCDE. La política de austeridad ha permitido eludir la crisis económica, sí, pero recortando los servicios públicos.
Los disturbios registrados en la periferia de Estocolmo, con incendios de vehículos y propiedades y enfrentamientos de jóvenes con la policía, han tenido diversos precedentes europeos. La chispa: la muerte a manos de la policía de un vecino de Husby, barriada con un alto porcentaje de población de origen inmigrante, elevado nivel de desempleo y fracaso escolar. Las imágenes recuerdan a las de Francia en 2005. Las circunstancias fueron parecidas. El fenómeno no es nuevo.
Un 15 por cien de la población en Suecia está compuesta por inmigrantes. La mayoría de ellos se concentran en la periferia de la capital. No sólo a los recién llegados les cuesta conseguir un trabajo estable, también a los de segunda y tercera generación. Esta situación de desencanto social se ve agravada por el acoso de la policía y los insultos racistas.
Desde que los conservadores llegaron al poder con Fredrik Reinfeldt, empeoraron las condiciones de los sectores más desfavorecidos. Buscando esquivar la crisis económica europea, el primer ministro redujo impuestos y eliminó beneficios estatales y prestaciones sociales. Se logró reducir el déficit y se benefició el crecimiento de las empresas privadas. Pero a cambio de un marcado aumento de la desigualdad y la inequidad dejando en entredicho la justicia social. Al mismo tiempo se incrementó el desempleo al 8,7 por cien, una cifra muy alta para el país escandinavo. Peor aun: la proporción excede el 25 por cien en menores de 25 años.
Es muy significativo que los manifestantes incendiaran centros educativos. Si bien son todo un símbolo de inclusión y equiparación social -la educación en Suecia es gratuita y obligatoria-, en los últimos años también padecieron los recortes.
El otro ingrediente de esta explosiva situación tiene que ver con algunos cambios registrados en este país modelo de la tolerancia: con la inmigración aumentó la mano dura policial y la descalificación racista.
La situación continuada de violencia en una de las ciudades más ricas de Europa ha generado un fuerte debate sobre la creciente desigualdad social y la marginación que sufren los inmigrantes de los suburbios, en un estado considerado un paradigma de bienestar europeo.
El incremento de la desigualdad ha sido mayor que en ningún otro país de la OCDE. Según un informe reciente de la organización es en Suecia donde las diferencias de ingresos aumentan con más rapidez. La política de austeridad ha permitido eludir la crisis económica, sí, pero recortando los servicios públicos. Aunque el nivel de vida sigue estando entre los más altos de Europa, no se ha logrado reducir el desempleo juvenil a largo plazo y la pobreza, que afecta con más fuerza a los inmigrantes.
Sin embargo, junto a los problemas económicos hay asimismo una cuestión de identidad. En el fondo del asunto yace el fracaso de la política multicultural en Suecia, que no ha sido capaz de integrar a la población musulmana. En 1998, el 3,21 por ciento era islámico. En 2011 el porcentaje casi se había doblado, hasta el 6,05 por ciento. Esto no ha ido acompañado de integración, sino que ha creado una cultura paralela, muy alejada de la sueca. Los disturbios representan el enorme fracaso de una política gubernamental que ha llevado a la proliferación de guetos en los suburbios.
Muchos consideran este fenómeno perfectamente predecible; ha habido muchos avisos. Es una llamada de atención de los jóvenes que viven a diario el no ser parte de la sociedad, no tener un futuro y haber perdido la esperanza. No están incendiando el paraíso sueco. Nunca lo han vivido. Han crecido en barrios degradados donde sufren la exclusión más profunda, y donde la falta de trabajo constituye la norma.
En septiembre de 2010 el partido de los "Demócratas Suecos" (la extrema derecha) obtuvo en las elecciones legislativas un 5,7 por cien de los votos y 20 escaños en el parlamento. Su discurso peligroso y xenófobo: la culpa es ante todo del inmigrante, después de los trabajadores en general. La pobreza rompe el consenso y justifica la represión.
Populismos nacionalistas vuelven a asolar Europa, dentro y fuera de la eurozona. En un absurdo contrasentido se culpa de la actual situación a la Unión y el euro. Los responsables de la crisis son el egoísmo económico y la miopía política de los estados nacionales. En cuanto a la inmigración Europa la necesita por lo que debe integrarla con equidad y de manera armonizada.
Al igual que el resto de Europa, Suecia debe enfrentarse finalmente al hecho de que los problemas políticos, sociales y económicos fundamentales ya no pueden resolverse a nivel nacional.