
Si las empresas tienen que pagar más impuestos, el dinero saldrá de los accionistas.
Corren tiempos difíciles para los gestores de las grandes multinacionales. Por todas partes les asedian por no pagar suficientes impuestos. En Reino Unido (RU), firmas como Ikea, Starbucks, Amazon o Apple se han visto sometidas a un ataque feroz por no pagar mucho impuesto de sociedades. A Starbucks le boicotearon las tiendas y se ofreció voluntaria a tributar más. En RU, una petición online para que Amazon pague más ha recogido casi 100.000 firmas.
Pero la ira contra las multinacionales que evaden impuestos no se limita al RU. En Alemania, Angela Merkel ha hablado con mucha dureza sobre la evasión del impuesto de sociedades. En Estados Unidos, el presidente Obama ha arremetido contra las estrategias de evasión fiscal de las empresas. Por su parte, el primer ministro británico David Cameron aprovecha su presidencia del G8 para desarrollar propuestas que obliguen a las empresas a pagar más. Y ahora el Parlamento Europeo se plantea forzar a las empresas a publicar cuántos impuestos pagan en cada país. Empezará con los bancos, pero pronto podría ampliarse a cualquier multinacional que tenga negocios en Europa.
Las empresas van a enfrentarse cada vez a más presiones para pagar más impuestos. Y aquí es donde surge el problema para los inversores. Si las empresas tienen que pagar más impuestos, el dinero tendrá que salir de los bolsillos de los accionistas, por lo que los precios de las acciones en los países más en bancarrota corren peligro. No es difícil entender por qué los países persiguen al sector corporativo para elevar sus ingresos fiscales.
Una razón, por supuesto, es que las empresas pagan menos impuestos que antes. Cuando la mayoría de las empresas eran nacionales y producían en las fábricas, la recaudación era relativamente sencilla. Con empresas como Amazon o Apple, la situación se complica. Pueden montar sus servidores en cualquier lugar que les ofrezca incentivos fiscales y trasladar costes e ingresos pulsando un botón. Es difícil criticarlas si los grandes beneficios se generan en lugares con impuestos son más bajos, ya que pocos de nosotros pagaríamos más impuestos de los necesarios.
Sin embargo, la razón principal es que la mayoría de los países desarrollados están básicamente en quiebra. El grado de bancarrota varía de total, como Grecia e Italia, a inestable, como RU, Francia, EEUU o Japón, o en fase de empobrecimiento, como Alemania. Todos tendrán que aumentar el porcentaje del PIB que recaudan en impuestos y en muchos casos de manera notable. El déficit de EEUU supera el 7 por ciento del PIB. El de RU es similar. Hay pocos indicios de que se vaya a recortar gasto como para cerrar tales brechas, y ninguno de que el crecimiento sea lo bastante fuerte como para compensar la diferencia, sobre todo en países como RU o Japón.
Willie Sutton dijo una vez que robaba bancos porque "ahí es donde está el dinero". Los Gobiernos se plantean recaudar más impuestos de las empresas por la misma razón. Los trabajadores ya están sufriendo un descenso de la calidad de vida (en muchos sitios los salarios no han mantenido el ritmo de la subida de los precios). Los impuestos sobre las ventas no pueden recaudarse sin sumir la economía en otra recesión. Más impuestos salariales destruirían una oferta laboral ya de por sí escasa. Sin embargo, durante la recesión los beneficios empresariales han sido sorprendentemente boyantes. Pongamos el caso de EEUU, donde los beneficios corporativos totales superaron los 1,6 billones de dólares en 2012, alcanzando un máximo histórico. En porcentaje del PIB, los beneficios también están en máximos. Los de las corporaciones del índice S&P 500 han subido a la cifra récord de 100,75 dólares por acción en 2012 y superarán los 120 dólares por acción el año próximo, duplicando los 60,43 dólares de 2008 según los datos recopilados por Bloomberg. Lo mismo ocurre en casi todas las demás economías desarrolladas. Incluso en la atribulada eurozona, mientras las economías se contraen, los beneficios empresariales siguen subiendo. Es una de las razones por las que los mercados bursátiles han batido récords.
Si los Gobiernos quieren tener posibilidades de cerrar el déficit, tendrán que ir en busca de los beneficios empresariales. En ningún otro sitio se puede sacar dinero. Pero supone un problema importante para los inversores. Si las empresas pagan más impuestos, sus beneficios disminuirán notablemente.
El cálculo es muy sencillo. Si una empresa genera 100 millones de dólares al año en beneficios y paga un tipo tributario del 25 por ciento, le quedan 75 millones para reinvertir y pagar a los inversores. Si subimos el tipo al 35 por ciento, sólo le quedan 65 millones. A la empresa le costaría trasladar esa subida de impuestos a los consumidores o proveedores; son los accionistas quienes se llevarán el golpe y el dinero saldrá directamente de los beneficios.
Es cierto que podría ser imposible recaudar más del sector corporativo. Las empresas han adquirido movilidad. Los archivos digitales pueden venderse desde cualquier parte. Siempre habrá un paraíso fiscal que recorte los tipos fiscales para atraer una ola de inversión, pero si las grandes economías trabajan juntas, podrían conseguirlo. Las multinacionales tienen que vender cosas donde están sus clientes y, como Starbucks ha descubierto en RU, si un país está decidido a que le paguen más impuestos, no hay mucho que hacer salvo escarbar en el bolsillo.
De todo esto surge una advertencia para los inversores. A medio plazo, las empresas que operan en países con amplios déficits van a sufrir. En la práctica, significa que EEUU, RU y Japón son los más vulnerables y sus empresas acabarán pagando más, al igual que la mayoría de las grandes firmas en la eurozona. Sin embargo, a las empresas basadas en países con déficit bajo, como Suiza, Escandinavia y los mercados emergentes, les irá mucho mejor. No sufrirán las mismas presiones y los mercados superarán a sus rivales en quiebra.