Si queremos salir de ésta, debe reducirse el gasto y el número de burócratas, así como los impuestos.
Finalmente, Bruselas relaja una vez más el cumplimiento de nuestro objetivo de déficit público. El hecho se produce en cascada desde que en 2011 se afloró un déficit del 9,4 por ciento, superior al cálculo oficial final (8,5 por ciento) y muy superior al objetivo marcado por el Gobierno del PSOE, del 6 por ciento.
En 2012 la previsión era del 4,4 por ciento, posteriormente relajada al 6,3 por ciento y validada por Bruselas. Al cierre del tercer trimestre de 2012, el conjunto de las AAPP acumulaban un déficit del 8,26 por ciento sobre el PIB -no el estimado, sino el efectivo o real hasta ese momento del año-. Si la tendencia del PIB no ha cambiado sustancialmente al alza en el último trimestre del año, más bien al contrario, ¿cómo es posible cerrar con el déficit por debajo del 7 por ciento, como anunció el presidente de Gobierno?
Desde mi ignorancia, sospecho que, otra vez más, hay ingeniería contable: gastos comprometidos guardados en cajón a la espera de otro ejercicio; fraccionamiento y adelanto de ingresos (sociedades) en el ejercicio; dineros, partidas o fondos que se derivan a la contabilidad de organismos, empresas o entes públicos que no entran en el cálculo primario del déficit; miles de millones de otros déficit que, siendo reales y deberemos pagar, se obvian, como el déficit de tarifa eléctrica o los fondos al sistema financiero o los préstamos concedidos a través de Loterías del Estado al Fondo de Liquidez Autonómica?
Con todo, sin contar eso último y dando por bueno el aumento de recaudación en la última parte del año, nuestro déficit público rondaría el 7 por ciento. Aun así, Bruselas iba a aceptar como válida la cifra y el esfuerzo aparejado que comporta, porque el discurso político general ha cambiado ante el hastío de los ciudadanos. Pero sigo creyendo que, si queremos salir de ésta antes y bien, debería haberse apostado por los objetivos más ambiciosos, eso sí, reduciendo el gasto y la presencia de los burócratas (incluidos muchos de organizaciones privadas) y reduciendo en consonancia los impuestos, que precisan de una gran racionalización.