La marca España, esa iniciativa variopinta con la que el Ejecutivo -y, en particular, el ministro García-Margallo- ha intentado potenciar nuestra imagen en el exterior, está moribunda. La cobertura internacional que han tenido las últimas noticias sobre corrupción le han sentado como una losa, y han alterado la relativa calma de nuestra economía. Pero el Gobierno no se da por vencido y quiere reflotar la marca España con otra campaña internacional. En este caso, se quiere transmitir que la corrupción en España es mucho menor que en países como Grecia o Italia. Cierto es que hay diferencias, pero consolarse con el mal de unos pocos no parece la estrategia más atractiva para ganar el respeto de sus socios.