
El Gobierno quiere saber en qué nivel se situará la prima de riesgo española si pide el rescate. Es la condición de la que habla Rajoy. El presidente dirige esta pregunta al BCE; probablemente Draghi no esté dispuesto a contestar, porque es una información reservada que no se publicita.
Averiguarlo hubiera sido más fácil si meses atrás el Ejecutivo hubiese jugado mejor sus cartas y no hubiéramos perdido la representación en el BCE tras la salida de González Páramo, último dirigente español en la entidad. Desde luego que es importante el dato, porque cuanto más bajo sea el objetivo que se marque el BCE en relación con la prima, más ventajoso será para España acceder al rescate.
El dilema al que se enfrenta Rajoy se agudiza con el paso del tiempo y los acontecimientos que allanan el camino a la ayuda. Primero, con el anuncio de compra de deuda soberana por el BCE; después, con el pronunciamiento ayer del Tribunal Constitucional alemán que permite a la canciller Merkel apoyar a países de la eurozona con el fondo denominado Mede para la estabilidad del euro. Por último, mañana el Eurogrupo hablará en su reunión de las condiciones del rescate.
Sin embargo, la iniciativa de pedirlo sigue en España. Rajoy puede confiar en que se prolongue la bonanza actual de los mercados y se evite el rescate con el coste que conlleva.
El riesgo de seguir esperando es muy elevado, y su coste político y social mucho mayor. La bonanza en los mercados se puede esfumar y entonces la prima subiría rápidamente, volvería la inestabilidad con una intensidad mayor y habría que pedir el rescate pagando un interés más alto. La pregunta es qué margen de liquidez tiene España para seguir esperando.