
Ahora todo depende de si los Gobiernos en dificultades podrán hacer más ajustes.
En su tan esperada junta del 6 de septiembre, el BCE comunicó lo siguiente: 1) nada de recortes de tipos (en contra de las expectativas de RGE de una rebaja de 25 puntos básicos, se deja inalterado el tipo para depósitos), aunque sigue siendo posible un recorte en el cuarto trimestre del año; 2) un sistema de garantías efectivas en dos niveles con renuncia a los requisitos de crédito mínimo para las garantías emitidas o avaladas por países aptos para las transferencias monetarias directas (OMT, por sus siglas inglesas), según lo previsto); y, evidentemente, 3) los pormenores de las propias OMT en lo referente a condiciones, cobertura, tratamiento del acreedor, esterilización, mayor transparencia gracias a la publicación semanal de las tenencias de OMT y valores de mercado, y desglose mensual por país. Las condiciones adoptadas concuerdan fundamentalmente con la evaluación previa a la reunión efectuada por el presidente de RGE, Nouriel Roubini, el 5 de septiembre.
Algunas de las características de las OMT se filtraron antes de la junta, y los planteamientos efectuados en aquel momento siguen siendo aplicables. Desde la perspectiva de política monetaria, las OMT son claramente superiores al programa del mercado de valores (SMP) o las operaciones de refinanciación a largo plazo (LTRO), porque el primero estaba demasiado constreñido ex ante y las segundas reforzaban el bucle negativo de retroalimentación entre bancos y Estados, en lugar de romperlo. Asimismo, la gama más amplia de garantías y la eliminación de los requisitos de calificación para los países aptos para las OMT debería suprimir en cierta medida la presión sobre los bancos constreñidos por la garantía si España se apunta pronto, tal y como esperamos que hará, dado que tras la euforia inicial los inversores pondrán a prueba la determinación del BCE. Y lo mismo se aplica para Italia. La primera prueba será si se detendrá la fuga de capitales de España, que en julio seguía desbocada.
En el aspecto negativo, el programa está esterilizado (aunque la más amplia gama de garantías y la adjudicación completa deberían aliviar esta constricción en cierto grado en países que se apunten a las OMT) y las perspectivas de crecimiento todavía siguen deteriorándose incluso en los países del núcleo.
Esta tendencia se verá todavía más empeorada por la condicionalidad a corto plazo. Asimismo, todavía queda por comprobar la amenaza del BCE de echarle el cierre a los países incumplidores, dado que las consecuencias efectivas podrían exacerbar la actual fragmentación financiera -recuerden que los recursos actualmente acordados del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera/Mecanismo Europeo de Estabilidad (FEEF/MEDE) resultan insuficientes para respaldar completamente los compromisos pendientes tanto de España como de Italia-. La aceptación de un papel en igualdad de condiciones resulta algo ambiguo y queda pendiente de refrendo por los Gobiernos de la zona euro, que serían responsables en último extremo de tapar cualesquiera pérdidas efectivas que tengan su origen en el programa.
En suma, con las OMT el BCE ha puesto a prueba su disposición al intervenir en los límites de su cometido con sujeción a unas condiciones estrictas y en contra del disenso verbal del mayor accionista, el Bundesbank. Ahora depende en gran medida de si los Gobiernos cumplen en cuanto a integración (en este sentido el apoyo de Alemania es crucial) y de si las poblaciones asoladas por la recesión estarán dispuestas a seguir adelante con el proceso de ajuste a largo plazo que conlleva seguir participando en la unión económica y monetaria -y si serán capaces de hacerlo-.
Las próximas semanas prepararán el terreno para un programa otoñal completo, empezando con el veredicto del 12 de septiembre por parte del Tribunal Constitucional sobre el Mecanismo Europeo de Estabilidad, y culminando con la necesaria convención del tratado que todavía está pendiente de acuerdo.