Opinión

Editorial: Otro día duro para Europa

El primer ministro griego, Giorgios Papandreu, ha perdido las riendas. Su partido y el sindicato afín están en pie de guerra. Las protestas contra las medidas de austeridad se recrudecen en la calle.

Y esta noche se la juega en una moción de confianza con la que pretende recabar apoyo para su Gobierno y los ajustes que tendrá que aprobar a finales de junio. Por si faltase emoción, la UE ha condicionado el siguiente tramo del rescate, un préstamo de 12.000 millones, a que Atenas apruebe su plan de ahorro de 28.000 millones. El escenario pinta mal.

Al principio, Papandreu cargó demasiado contra la oposición, antes en el Gobierno, culpándola de los recortes. Y aunque en las calles cada vez son más conscientes de la necesidad de la tijera, el problema consiste en que los ciudadanos ven a toda la clase política como parte del problema. Además, nadie quiere sufrir su parte del ajuste en el bolsillo.

Por eso, el interrogante consiste ahora en ¿hasta dónde aguantará Grecia queriendo un rescate? Hay que rediseñar el flotador para que no lastre tanto el crecimiento. Y a esto se une ahora que las dudas sobre Italia arrecian. Es cierto que los transalpinos poseen empresas exportadoras, no han padecido una burbuja inmobiliaria y las familias no están endeudadas; pero su Estado pesa mucho y el PIB se estanca. Así que ¿hay que poner un dique también para Roma?

El acuerdo entre Merkel y Sarkozy calmó a los mercados tan sólo porque ha pospuesto la pregunta final sobre cuánto va costar esto a los contribuyentes y a los acreedores privados. La encrucijada está clara: o la ruptura del euro o una mayor unión. A trompicones, caminamos hacia lo segundo.

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