Industria prepara un nuevo bono social al estilo del existente en el recibo de la luz para que los más desfavorecidos puedan acceder en mejores condiciones al suministro de gas natural.
Al margen de bondades que reviste la faceta redistributiva de la propuesta, lo cierto es que revela que el Ejecutivo no aprende lecciones energéticas del pasado. Es preciso tender hacia un modelo en el que los precios sean un reflejo lo más fiel posible del coste.
El voluminoso déficit de tarifa que lastra las cuentas de las eléctricas españolas es el ejemplo vivo de que infravalorar la factura sólo pospone problemas que alguna vez habrán de abordarse, engrosando, además, su carga financiera. Nos permite, pues, extraer una moraleja: el consumidor acabará pagando más adelante o en otros conceptos lo que deje de pagar hoy.