
El consejero de Economía de la Generalitat de Cataluña, Andreu Mas-Colell, está decidido a incumplir el objetivo de déficit de 2011 del 1,3%, según proclama a los cuatro vientos. Para cuadrar sus cuentas, Mas-Colell reclama al Estado 1.450 millones de un Fondo de Competitividad creado para las autonomías más desarrolladas, al igual que el consejero de la Comunidad de Madrid, Antonio Beteta, pide a Salgado otros 1.100 millones por el mismo concepto. Madrid está prácticamente en equilibrio presupuestario, pero Cataluña no.
La vicepresidenta Salgado se enfrenta a varias comunidades autónomas rebeldes que reclaman cantidades al Gobierno para justificar sus desvaríos. El precedente lo creó Zapatero al devolver más de 1.200 millones a Andalucía en concepto de deuda histórica y después promover el cambio estatutario de Cataluña y otras autonomías. Mas-Colell duerme, sin embargo, tranquilo porque sabe que el déficit de 2011 se conocerá después de marzo próximo y habrá un nuevo Gobierno del PP o, en última instancia, del PSOE. En ambos casos, lo más probable es que requiera el apoyo de CiU para gobernar a cambio de solventar sus problemas.
Esta actitud de pasar la pelota es la costumbre que se ha instalado en nuestro país. Los gobiernos autonómicos se apuntan ingresos y débitos a cobrar inexistentes, conscientes de que no los percibirán jamás, que les sirven para cuadrar las cuentas sobre el papel hasta que algún gobernante lo arregle. Exactamente igual que las cajas de ahorros, que esta semana han presentado planes totalmente irreales para justificar las ayudas del Banco de España.
Para más inri, y a pesar de que casi la mitad de las autonomías es incapaz de lograr sus objetivos, Salgado endurece hasta el 1 por ciento del PIB los objetivos de déficit para 2014. Se da la circunstancia de que dentro de tres años ella ya no será vicepresidenta. Es fácil poner los deberes a los demás. Lo difícil es hacerlo por sí misma y, peor aún, cumplirlos.
El estado de cuentas autonómico es como una olla a presión que puede provocar que el marcapasos de la deuda de Zapatero vuelva a acelerarse en cualquier momento. Si más de la mitad de los autonomías cambia de signo político en las próximas elecciones, como pronostican los sondeos, los gobernantes entrantes se verán tentados de tirar de la manta, como Artur Mas en Cataluña, y poner al descubierto los agujeros de sus antecesores.
La visita del emir de Catar, Hamad Bin Jalifa al-Thani, a nuestro país apenas 60 días después de la visita de Zapatero al suyo es sospechosa. Sobre todo, después de que la promesa de inversión de 300 millones en las cajas de ahorros españolas quedara en suspenso. El portavoz catarí se limitó a vincularla al cumplimiento de las condiciones necesarias.
Es raro que un jefe de Estado devuelva una visita en tan sólo dos meses. La diferencia entre un encuentro oficial y otro está en la presencia del rey don Juan Carlos. La implicación del monarca español es clave para que los cataríes cumplan su promesa de entrar en las cajas de ahorros españolas, según fuentes bien informadas. Naturalmente, ésta no se producirá hasta conocer los detalles de la privatización de estas entidades.
La estrecha relación de nuestro rey con el emir ya se puso de manifiesto en otros contratos obtenidos por empresas españolas, como el de OHL de Juan Miguel Villar Mir, a quien el monarca otorgó poco después el título de marqués.
Salgado debería comenzar por aportar transparencia a las cajas de ahorros si quiere atraer tanto a árabes como a chinos. En la última asamblea conjunta del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial (BM), en Washington, la vicepresidenta abogó por limitar los bonus de los banqueros en toda el área del G-20.
Las cajas han prejubilado a una docena de presidentes y a varias decenas de altos directivos gracias al dinero público del Banco de España, sin que hayan trascendido cifras más que en contadas ocasiones. Algunos de ellos presumen de lograr una jubilación de oro para vivir opíparamente. Tampoco ha exigido la profesionalización de estos gestores ni conocemos sus bonos y remuneraciones. No se pueden dar consejos a los demás sin aplicarse antes la misma regla.
Claro que también existen pequeños inversores frustrados, pese a la transparencia que da la bolsa. Me figuro la cara que deben tener los pequeños accionistas de ACS, tras comprobar cómo sus títulos han perdido alrededor del 15 por ciento desde 2008, mientras que su presidente, el merengue Florentino Pérez, se embolsó en este periodo 112 millones en stock options, aparte del resto de sus honorarios como presidente. Lo de coge el dinero y corre es, en ocasiones, más cierto que nunca.