El presidente de CEOE ultima un rediseño del engranaje de la patronal con el fin de dotarla de mayor operatividad. La música suena bien, pues la organización venía necesitando una redefinición de sus estructuras más anquilosadas para agilizar su maquinaria.
Joan Rosell cambiará a los miembros de perfil más funcionarial por verdaderos gestores y reducirá el voluminoso organigrama patronal de 19 comisiones y tres consejos a solamente una o dos divisiones, con rango de vicesecretarías generales, que dependerán jerárquicamente del secretario general, José María Lacasa.
Así, el líder de los empresarios avanza en el cumplimiento de los compromisos asumidos en su campaña asamblearia. Ya redujo el número de vicepresidencias y ahora comienza a sentar las bases de un esquema práctico y resolutivo, que deje atrás una superestructura más propia de un ministerio a la antigua usanza que de una asociación empresarial. La modernización apunta en la dirección correcta.
Ahora se trata de llevarla a cabo con diligencia. Máxime cuando colectivos como la Fundación Everis, el Consejo de la Competitividad o el G-40, espoleados por la maltrecha situación económica, han ensombrecido sus funciones de interlocutor con el Gobierno.
Una patronal más ágil mantendrá su sitio y podrá afrontar mejor los cambios que precisa nuestro marco laboral, especialmente en materia de negociación colectiva. Será un mejor actor en el diálogo social y gozará de una situación financiera más saludable ante la caída de ingresos derivada de la crisis.
Rosell apuesta por un modelo de patronal efectivo y no figurativo. Sabe lo que hace.