China elevó ayer los tipos de interés, hasta el 6,31 por ciento. Busca aplacar la inflación, aun sacrificando crecimiento, porque las alzas de alimentos y materias primas agrícolas hunden el poder de compra.
El cambio de actitud de Pekín, que relega el PIB a un plano menos prioritario, revela que su Gobierno anota lecciones, algunas procedentes de Oriente Medio. La decisión puede aflojar el recalentamiento y la tensión en las burbujas creadas vía borrachera de crédito.
Y trata de impedir la reacción social ante la merma del nivel de bienestar. Los planes oficiales de marzo, al calor de las revueltas del Norte de África, aludían a la cohesión social.
El IPC, en el 4,9 por ciento, empobrece: la población puede contestar. Serenar los precios no es sólo una cuestión económica, sino un muro de protección al régimen.