Opinión

El análisis: Y ahora...¿El apocalipsis?

  • Amador G. Ayora | Director de elEconomista
Fuerzas rebeldes en Libia celebran la capturan de un tanque de las fuerzas de Gadafi | Reuters

Los conocedores del libro del Apocalipsis habrán  encontrado seguramente en los sucesos ocurridos durante esta semana en Japón muchas similitudes con las descripciones de este texto del Nuevo Testamento, atribuido a uno de los discípulos de Jesucristo, Juan el Evangelista. Los cuatro jinetes descritos en la sección de los siete sellos son los portadores de grandes plagas para la humanidad. Cada sello introduce a la visión de  cataclismos que conducen al Juicio Final.

Los argumentos podrían dar pie para una película de Spielberg. Afortunadamente, son sólo elucubraciones, aunque quien estudie esta crisis en los libros de historia dentro demuchos años podría pensar que tiene algo de apocalíptica.

Primero fueron las hipotecas basura o subprime, que provocaron la caída de Lehman Brothers, las que estremecieron el planeta; luego la sequía de créditos y el temor al impago de deudas, después las protestas árabes que catapultaron el precio del petróleo y, por último, el tsunami japonés y el pánico nuclear.

Cada vez que las cosas comienzan a mejorar, como en los dos primeros meses de este año, surge un acontecimiento que vuelve a estropearlo todo.

Las siete plagas del Apocalipsis deben ser algo muy parecido a los tiempos que vivimos. El efecto de la catástrofe japonesa para la economía global es más psicológico que real, aunque los mercados lo han tomado como una excusa para corregir. Japón fue sustituida por China como segunda potencia mundial.

Sus suministros son esenciales en los sectores del automóvil o de la electrónica de consumo, pero no hasta el punto de frenar la actividad planetaria. Como mucho puede provocar carencias de producción durante unas semanas. Si en breve se logran disipar los efectos de una crisis nuclear, lo lógico es que vuelva todo a la normalidad en unos meses. Nos hemos olvidado, además,de la reconstrucción.

Sus implicaciones fueron esenciales para sacar a la economía mundial de la depresión del 29 y pueden desempeñar de nuevo ese papel. La peor amenaza procede de los precios del petróleo, porque alimentan la inflación y las subidas de los tipos de interés, y pueden dar al traste con los pocos signos de recuperación existentes.

Si el conflicto libio persiste o se extiende a países del Golfo, tenemos un grave problema. Se habla mucho de la capacidad ociosa de Arabia Saudí para bombear 3 o 4 millones de barriles diarios de petróleo adicionales.

Pero existe un cuello de botella en las refinerías. Las occidentales no están preparadas para tratar el crudo saudí porque su tecnología es obsoleta y las asiáticas están ocupadas con otros productos.

Una alternativa para frenar el avance del coste del combustible o combatir la inseguridad nuclear es la energía verde. Ello explica que las empresas de renovables se  hayan crecido esta semana en bolsa, al igual que el gas y el carbón, de los que carece España.

Como ya es habitual, nuestro futuro se decidirá en la  cumbre europea del próximo jueves y viernes. Si la Unión Europea flexibiliza el uso del fondo de rescate, los  endeudados países del Sur de Europa respirarán de alivio.

Esta semana, bajó ya significativamente el coste de las emisiones de deuda ante la perspectiva de un acuerdo. En España, un compromiso así caería como una auténtica  golosina, tanto en el Estado como en el sector financiero, que está en plena reestructuración y con la morosidad creciendo. En abril, se concentra uno de los platos fuertes de la refinanciación del Tesoro, alrededor de 15.000 millones.

En las últimas semanas, se ha corrido la voz de que el fondo de rescate de bancos y cajas (Frob) podría financiarse con recursos europeos gracias a este acuerdo. Pero aún no está claro, porque el borrador actual lo condiciona a que España solicite previamente ayuda a laUnión Europea y al Fondo Monetario para pagar su deuda.

Para acceder al limbo, Zapatero debe ligar salarios y productividad. Si lo hace, se pueden comenzar a sentar las bases para una lenta mejora de la economía en la segunda parte del año. Los sindicatos le dieron con la puerta en las narices al defender que la productividad está recogida en los convenios.

Callan que sólo sirve para que los salarios suban aún más que la inflación, jamás menos. El presidente de la patronal, Joan Rosell, ha entrado esta semana en razón y se niega a firmar un compromiso que sea sólo papel mojado.

Si  Zapatero actúa con rapidez y cumple con sus promesas, el Apocalipsis aún puede esperar, por mucho que se empeñe en predicarlo el comisario de Energía, Günter Oettinger, como si fuera el apóstol Juan en el Nuevo Testamento.

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