Hay luces y sombras en el plan de reducción del déficit de Obama. Comencemos por las primeras. Se basa más en el recorte de gastos que en la subida de impuestos. Los recortes afectan a partidas discrecionales, algunas de ellas muy queridas por los demócratas.
La subida de impuestos derivaría de la fallida aprobación de desgravaciones fiscales introducida por George Bush para familias con rentas superiores a los 250.000 dólares, así como de la eliminación de determinados estímulos fiscales aprobados temporalmente para combatir la recesión.
Según estimaciones bastante realistas (pero sin confirmar) sobre el crecimiento de la economía, todas estas medidas deberían colocar el déficit en niveles sostenibles -cerca del 3 por ciento del PIB- en 2015, estabilizando la deuda pública en torno al 70-80 por ciento del PIB. Además, Obama habla, aunque de forma muy genérica, de reforma fiscal para ampliar la base imponible y reducir las cotizaciones de las empresas, que hoy se sitúan en torno al 35-40 por ciento.
Las sombras, por su parte, proceden del hecho de que la Administración no haya propuesto nada en el capítulo de gastos, cuya dinámica volvería a situar automáticamente el déficit en niveles insostenibles a los pocos años de 2015, sobre todo los gastos en pensiones y en sanidad. Sin subir la edad de jubilación y sin ajustes en los gastos sanitarios, la estabilidad fiscal americana permanecerá inestable en el medio y largo plazo.
Los republicanos, que controlan la Cámara, desearían recortes más sustanciales y de ahí que se propongan relanzar la discusión sobre el tema. Se tendrá, pues, que llegar a un compromiso, pero, vista la propuesta inicial de Obama, es bastante probable que el resultado sea un plan basado sobre todo en los recortes de gastos en consonancia con el PIB y en alguna subida fiscal controlada. En cualquier caso, todas estas medidas pueden esperar hasta que la polarización política americana se atenúe un poco.
Interesante la comparación que se puede establecer con Italia. Cada vez que, en el país transalpino, aparece en el horizonte político la propuesta de una mínima reducción de los gastos públicos, incluso si sólo es de un cuarto de punto del PIB, enseguida se habla de carnicería social. Y, de hecho, el gasto público tiende a crecer en relación con el PIB. Aunque también es cierto que nuestra cultura europea apuesta por un mayor intervencionismo que en Norteamérica.
Pero el Estado italiano ya gasta el 50 por ciento del PIB, un 10 por ciento más que EEUU y que Reino Unido, que está activando recortes draconianos. Gastamos el 15 por ciento del PIB más que Australia y Suiza. ¿Estamos seguros de que, gracias a ese 15 por ciento, nuestros servicios públicos son mejores? No lo creo en absoluto.
Mientras en EEUU se habla de recortes sustanciales de gastos, en Italia se sigue repitiendo "no más recortes". Quizás por eso se va abriendo camino la idea del total fracaso de la clase política a la hora de sanear realmente las finanzas públicas. Si Obama decía yes we can, nosotros podríamos parafrasear su eslogan, pero a la inversa: we cannot.
Alberto Alesina. Profesor de la Universidad de Harvard. © Il Sole 24 Ore.