Era cuestión de tiempo que el gallo luso volviese a despertarnos. Con el bono a 10 años superando el 7 por ciento de interés, Portugal está abocado a formar parte de la trilogía de países rescatados en la eurozona.
Aunque tiene un sistema financiero que no ha sufrido una burbuja inmobiliaria, es una economía poco productiva, donde no hay sectores dinámicos y resulta difícil hacer negocios.
De momento, el mercado le concede tiempo para ver si acepta planes fiscales y reformas, pero todo apunta a que recibirá golpes hasta que pase por quirófano, es decir, la fase de intervención.
Si su deuda sigue abonándose a un 7 por ciento, nuestro vecino tendrá que crecer en porcentajes próximos a esos niveles para que el endeudamiento sea sostenible.
La ventaja consiste en que no es demasiado grande y el BCE fue ayer capaz de aplacar toda la rumorología volviendo a comprar deuda lusa. España aparece como la siguiente y nuestro tamaño es mucho mayor.
Por lo menos, estamos ahora mejor que en diciembre: el mercado sabe que China está ahí para comprar títulos e hicimos un amago de reforma que se valora positivamente.Pero es otro aviso a navegantes.
La economía seguirá mal y dependerá en buena parte de las cajas; de que no enviemos más mensajes contradictorios con las Administraciones; y de una reforma laboral decente. En caso contrario, volverán a apretar, sencillamente no refinanciando tan alegremente nuestra deuda. Así que vamos hacia la integración fiscal.
Los pequeños por intervención y los grandes por sumisión. Y cuanto más resistamos, más dolorosa será la travesía. No lo duden: vienen más decretos reformistas.