Merkel llegó, vio... y dio la palmadita en la espalda. No le quedaba otra, por mucho que España se haya puesto respondona ante el pagano del euro. Cualquier nota negativa hubiese alterado a los mercados, precipitando un rescate. Era importante escenificar la bendición germana a nuestras reformas y destacar que éstas son apoyadas por sindicatos y patronal, y que, por tanto, no encontrarían resistencia social.
Pero tras la instantánea ofrecida a la canciller, había photoshop. Para empezar, el principal partido de la oposición no había sido incluido. Y aun delante de Merkel, Zapatero afirmó sobre la reforma de la negociación colectiva, esencial para que se liguen los sueldos a la productividad, que había que dejar a los agentes sociales trabajar... ¡justo quienes han obstaculizado esta reforma! O sea, Zapatero sencillamente le dio largas.
Los alemanes tampoco sabrán que el documento firmado es igual a otros redactados hace años y que acabaron en nada. Así que Berlín va a tener que seguir el desarrollo de estas reformas. Y tiene la oportunidad en Bruselas de atornillarnos las piezas. Al menos, Merkel dejó claro que no se puede continuar siendo solidarios si no somos competitivos. Eso significa que o innovamos y somos más productivos o la única forma de competir es cobrando menos y siendo más pobres. La otra pata clave de la cumbre fue el Pacto de Estabilidad Presupuestaria. Alemania ya ha incluido esta disciplina en su Constitución. En Bruselas, deberían imponer que todos los países le den un rango de ley que impida los excesos. Ayer en Madrid hubo un paripé necesario, esperemos que en Bruselas sean más duros... por nuestro bien.