Tres de febrero de 2011. En una gélida mañana madrileña, el presidente del Gobierno espera nervioso en las escaleras del Palacio de la Moncloa a la canciller alemana, Angela Merkel.
Aunque España no está intervenida, como Irlanda y Grecia, está supervisada, vigilada por los mercados y por los gobiernos de la UE. La Vieja Piel de Toro se ha convertido en una verdadera amenaza para la supervivencia del euro. Es demasiado grande para caer, pero también para ser rescatada.
El líder socialista necesita el aval de la dirigente germana para evitar seguir la trágica estela de los griegos, de los irlandeses y, pronto, de los portugueses. Frau Merkel se ha transformado en la tutora de la economía española, y la cuestión es si dará o no respaldo al Gabinete Zapatero. Éste, en las últimas semanas, ha improvisado un conjunto de medidas orientado a mostrar que España o, mejor, su gabinete ha hecho los deberes. ¿Es eso verdad?
De entrada, España tiene una magnífica y envidiable posición de chantaje. Si nos dejan caer, el euro estalla y eso es de una gravedad extraordinaria.
Este maléfico tiene límites precisos. Los gobiernos, guste o no, son menos poderosos que los mercados a la hora de evaluar la solvencia/sostenibilidad de las economías y, aunque Merkel avalase la política económica del señor Rodríguez Zapatero, los inversores pensarían que se intenta evitar el coste para, por ejemplo, el sistema bancario alemán de una hipotética debacle de España.
Por otra parte, la opinión pública alemana es la más euroescéptica de la Unión Europea. Con razón o sin ella, los contribuyentes germanos piensan que la indisciplina de los periféricos la pagan ellos. Esto significa que, en una teórica default de España, quizá sea más barato cubrir al sistema bancario alemán que pagar el rescate del español.
Dicho esto, ¿qué ha hecho el Gobierno español? ¿Qué puede ofrecer a Merkel y a los mercados? La respuesta es poco? Por un lado, la política presupuestaria no existe como un proyecto a medio plazo. Los recortes aplicados son coyunturales y carecen de profundidad estructural. No existe un plan de consolidación fiscal más allá de 2011, y el objetivo de déficit para este año es incompatible con el crecimiento real de la economía española.
La ratio deuda/PIB seguirá aumentando, y en una economía que no crece eso convierte el endeudamiento en un problema de primera magnitud. Eso significa que el déficit y la deuda se estabilizarán en niveles insostenibles a lo largo de los próximos dos años. Conclusión: el asunto presupuestario ni está resuelto ni encauzado.
El segundo regalo a los mercados y a Frau Merkel es una reforma de la ley de cajas o, peor, del sistema financiero -la cuarta en unos meses- que no sirve para nada en tanto ni aflora la situación real de las entidades de crédito ni crea los mecanismos para sanearlas y estructurarlas de una manera eficiente.
Por el contrario, el plan del Gobierno, se supone con la connivencia del Banco de España, se traduce en la necesidad de nacionalizar de facto una parte sustancial de las cajas de ahorros si éstas no consiguen, y no lo conseguirán, atraer inversión privada para aumentar su capital. La gente no es tonta y no va a meter su dinero en entidades gestionadas por quienes las han llevado a la insolvencia y controladas por políticos. Así pues, el Gabinete Zetapé suspende el segundo test de estrés.
Y llega la gran traca, la falla suprema, el glorioso pacto social? El Gobierno, los sindicatos y la patronal han pactado la nada. El acuerdo sobre pensiones es una broma. Con una tasa de paro del 20 por ciento y con una inmigración potencial muy alta, como se reflejó en el ciclo expansivo 1996-2007, las pensiones no son el problema central. La cuestión es crear empleo, y ahí el acuerdo entre los interlocutores sociales es de broma, ya que la reforma laboral es un ejercicio intelectual delicuescente cuya efectividad es nula.
Las virtudes y defectos de cualquier pacto social son sus contenidos, y los acordados no abordan ninguno de los problemas de fondo ni del modelo de retiro ni del lamentable modelo de relaciones laborales existente en España. Eso sí, quizá sirvan para evitar una segunda huelga general. Pero al coste de no hacer nada. No está mal?
Dicho esto, Frau Merkel es probable que dé ánimos a Zetapé para evitarse el marrón de tener que gastar, al menos de inmediato, dinero de sus abnegados súbditos para socorrer a España. Ahora bien, ¿calmará esa actitud a los mercados? La respuesta es negativa. La economía española puede encontrarse en una situación dramática a lo largo de 2011: un problema financiero-bancario a la irlandesa con otro de cuestionamiento de las cuentas públicas a la griega cuando autonomías y ayuntamientos todavía gobernados por el PSOE cambien de gestores.
Entonces surgirán deudas a la catalana y las cosas se pondrán feas. La posición financiera de las Administraciones públicas españolas se visualizará como insostenible. En este contexto, el Gabinete socialista se verá forzado a hacer un nuevo tour de force y, desde luego, no le bastará el marketing. El escollo es que su credibilidad y su fortaleza política, cuando eso suceda, serán mínimas.
Los fines de régimen se caracterizan por un elemento único: ¡sálvese quien pueda! Obviamente, los mercados no van a reaccionar de manera positiva ante ese ilusionante proyecto. Por tanto, el panorama resulta explosivo. El apoyo, aunque tapándose la nariz, de Merkel ya no es suficiente.
Lorenzo Bernaldo de Quirós. Miembro del Consejo Editorial de elEconomista.