Mañana, el Banco de España hará públicos los resultados del stress test aplicados a los bancos y a las cajas españolas.
La vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Economía, señora Salgado, ya ha anunciado que el certificado sobre la salud del sistema financiero español es bueno y, fuerte apuesta, que ya no será necesario inyectar más capital a las instituciones crediticias nacionales.
Sin entrar en una discusión a priori sobre algo que todavía no se conoce, sí es oportuno realizar algunas consideraciones sobre cómo se ha abordado desde el Banco de España la prueba de esfuerzo a la que se ha sometido a las entidades financieras del país cuyos parámetros, quizá por prudencia, son desconocidos para la mayoría de los afectados y para la opinión pública, extremo que no contribuye a generar confianza. Desde esta óptica, conviene introducir algo de escepticismo "poco patriótico", lo que equivale a recurrir a una virtud clásica: la prudencia.
La credibilidad en entredicho
A menos que los stress test sean rigurosos, transparentes e incluyan creíbles niveles de recapitalización será muy difícil que actúen como una catálisis positiva para que los mercados cambien su percepción de la situación del sistema bancos-cajas existente en España.
Desde esta perspectiva, los resultados de las pruebas de esfuerzo a las que se somete a las entidades crediticias quizá provoque una euforia temporal si se las concede un aprobado general, pero si ese juicio no es consistente con el contraste que realizarán ex post los analistas, el escenario puede complicarse de una manera extraordinaria. Es más, si no resultan creíbles existe el claro riesgo de que se cuestione de manera generalizada la solvencia de los bancos y las cajas españoles y el mercado ya no discrimine entre buenas y malas instituciones.
En ese caso, los mercados mayoristas seguirían cerrados para las entidades de crédito y las posibilidades de recapitalización a las cajas de ahorros abiertas por la LORCA se verían seriamente lastradas porque nadie estaría dispuesto a invertir su capital en un sistema de pagos que no ha aflorado ni limpiado sus pérdidas, lo que acentuaría la restricción de liquidez de la economía nacional provocando una situación de extremada gravedad; en otras palabras, la necesidad de solicitar la ayuda del FMI y de la Unión Europea para evitar la quiebra del país.
Por eso, la solidez y el rigor del stress test realizado a bancos y cajas tiene una enorme trascendencia, y su juicio de la situación no es neutral. Si el objetivo es acometer una operación de marketing político para calmar a los mercados, ése es un mal camino.
El papel de los bancos centrales
De entrada, el escepticismo ante la credibilidad de los stress test reside en un hecho elemental: son realizados por los bancos centrales de los distintos estados miembros de la UE. En principio, esto plantea un escenario clásico de dilema del prisionero, a saber, aunque todos los países se viesen beneficiados por ofrecer una imagen real de sus entidades, ninguno sabe con certeza lo que harán los demás.
En este caso, los sinceros podrían verse castigados si sacan a la luz sus vergüenzas, lo que en teoría les disuadiría o reduciría sus incentivos para hacerlo. Si éste es la conducta racional ante la incertidumbre sobre el comportamiento de los demás, la resultante es un escenario en el que los bancos centrales nacionales tenderán, si no a maquillar, sí a dibujar un panorama más favorable que el real.
Por otra parte, existe una falsa percepción sobre el control que las autoridades europeas ejercen sobre los procesos de stress test de los distintos sistemas bancarios de la UE. En la práctica, los bancos centrales, o los supervisores bancarios, según los países, tienen una enorme discrecionalidad o, mejor, libertad para evaluar, ponderar y decidir los criterios que aplican al análisis de stress test de sus respectivas entidades crediticias. Es evidente que los problemas a los que éstas se enfrentan en cada país son diferentes, pero sin la existencia de una homogeneización a escala europea de los datos y de su ponderación que determina la valoración de cada banco central es imposible o muy difícil realizar comparaciones entre la salud de los distintos sistemas e instituciones, lo que aumenta, en lugar de reducir, la incertidumbre.
Control permanente
Al mismo tiempo, la metodología empleada en la elaboración de los stress test no parece incorporar los problemas o las tensiones de liquidez a las que se puede enfrentar la economía y el sistema bancario. Las entidades crediticias, las cajas, no mueren por una insolvencia caída del cielo, sino que esta situación suele ser la consecuencia de una falta de liquidez.
Por tanto, establecer como variable operativa básica la solvencia de cada institución en un momento determinado desdibuja la realidad. Este planteamiento es crítico para una economía, como la española, en la que los bancos y cajas tienen cerrados los mercados mayoristas y sólo o principalmente obtienen financiación acudiendo a la ventanilla del BCE que, por cierto, emplean mayoritariamente en comprar deuda pública.
Por último, es improbable que los mismos agentes que han relativizado o infravalorado los problemas de las entidades crediticias afirmen lo contrario en los stress test que las aplican. Ésta es una expresión elemental del principio de no contradicción.
Por ejemplo, el Banco de España, como cualquier supervisor del sistema bancario, realiza o debería realizar un stress test permanente o regular a las instituciones sometidas a su tutela. Dicho esto, ojalá todo vaya bien y los mercados crean que somos el sistema financiero más sólido y solvente del mundo?
Lorenzo B. de Quirós, miembro del Consejo Editorial de elEconomista.