Sacyr Vallehermoso desciende por una cuesta pronunciada y con exceso de carga. Ayer, la compañía que preside Del Rivero llegó a sufrir una caída del 10 por ciento en bolsa después de que Mutua Madrileña vendiese su participación en la constructora incluso perdiendo 40 millones. La confianza en la alquimia de Sacyr se desvanece.
A pesar de que generó pingües beneficios el año pasado, el gigante acumula más de 10.000 millones de deuda , casi diez veces su capitalización bursátil, al tiempo que ve cómo las perspectivas de negocio pueden mermarse. En España, donde solía tener el apoyo del Gobierno para las adjudicaciones, se frenará la inversión en seco. En el exterior, ha recurrido a las pujas por grandes infraestructuras.
Pero el Puente de Messina ha sufrido el lógico parón fruto de la insostenibilidad de las finanzas públicas. Y el canal de Panamá no está exento de riesgos: pese a que su experiencia en el desarrollo de obras públicas le avala, la historia de obras faraónicas como el Canal de Suez o el de La Mancha sugiere que son proyectos poco rentables, y todo apunta a que Sacyr ha tenido que apurar su oferta para asegurarse un negocio que mantenga a sus acreedores a distancia.
Sin embargo, Del Rivero no tiene todo en su contra. Sus acciones en Repsol van a darle un respiro. Pronto, refinanciará Vallehermoso, y negocia aplazar una parte importante de su endeudamiento, con la enorme ventaja de que ninguno de sus financiadores tiene interés en que caiga. Sacyr debe concentrarse en la internacionalización para seguir generando actividad y que sus principales inversores puedan obtener plusvalías. Puede lograrlo.