En un artículo publicado en Il Sole 24 Ore y en el Financial Times, Martin Wolf tacha de no convincentes los resultados de una investigación de Silvia Ardagna y del que suscribe. En dicho ensayo, habíamos examinado con detalle la historia de todas las reducciones profundas de déficit público desde 1970 hasta nuestros días en los países de la OCDE. Nuestros resultados dicen lo siguiente:
1. Los recortes en el gasto público que reducen los déficit no siempre provocan recesiones, más bien a menudo se asocian con crecimientos inmediatos.
2. Los aumentos de impuestos son profundamente recesivos y, por lo tanto, si hay que reducir el déficit, conviene hacerlo del lado del gasto, sobre todo en los países donde la presión fiscal se sitúa en torno a la mitad del PIB.
Wolf asegura que estos resultados no son aplicables hoy en día, porque los tipos de interés son bajos, el paro es alto y el ouput gap, negativo. Y que por lo tanto el peligro radica en que, al reducir el gasto, se retorne a la recesión.
Gasto público
La tesis de Wolf se basa fundamentalmente en un presupuesto que la evidencia empírica ha demostrado que está equivocado, es decir, que el gasto público estimula mucho la economía y, por consiguiente, que los recortes de gastos son muy perjudiciales.
Pues bien, no es cierto. En general, el efecto de ambas tendencias es muy poco influyente, sobre todo teniendo en cuenta que más gasto significa, antes o después, más impuestos. Muchos estudios recientes lo confirman, incluidos los más citados, como los de Roberto Perotti o los de Olivier Blanchard, economista jefe del Fondo Monetario Internacional.
Por lo tanto, si se recortan los gastos cuando la economía crece (como está creciendo hoy), el efecto recesivo es bajo o inexistente. Así pues, los eventuales efectos de los recortes de gastos en un país, digamos EEUU, sobre otros países, digamos Europa, serían todavía menores. Por lo tanto, las preocupaciones de Wolf sobre el "ajuste de todos (o casi todos) juntos" son simplemente exageradas.
Wolf tiene razón cuando sostiene que, en un momento grave de recesión, es útil un estímulo fiscal, tanto para los amortizadores automáticos como para los estímulos discrecionales. Incluso Robert Barro (un antikeynesiano), en un ensayo de hace cerca de un año, lo admitía, escribiendo que los multiplicadores fiscales son un poco más altos durante las recesiones (sólo un poco, no muchísimo más). Y, por lo tanto, nunca se me ocurriría invocar un ajuste fiscal en el 2008-2009, precisamente en el momento en que el déficit público estaba creciendo a marchas forzadas.
Confianza y estabilidad en el mercado
Ése fue el error de Hoover en 1929. Pero ahora no estamos en 1929 y ni siquiera en 2009. Es cierto que la recuperación es difícil y que podría producirse una segunda recesión. Pero por motivos exactamente contrarios a los que mantiene Wolf.
En efecto, una recuperación en forma de W podría verificarse por una crisis de la deuda o por un hundimiento de la confianza de los mercados en los títulos públicos incluso de países como Reino Unido. Entonces, sí que entraríamos en recesión. Razón de más, pues, para que, si queremos evitar una segunda recesión, intentemos controlar el déficit, comenzando ya a hacerlo.
Wolf se preocupa (con razón) por la fragilidad del sistema financiero, sobre todo del europeo. En este momento, no hay nada que amenace más la estabilidad de los mercados financieros y de los bancos que la montaña de deuda pública en circulación, que muchos comienzan a ver como algo ya no tan seguro.
Si los títulos del Estado dejan de ser seguros, los bancos deben retirar préstamos que estaban garantizados en sus balances por títulos en otros tiempos seguros. De ahí que las acciones del sector financiero oscilasen peligrosamente las últimas semanas en función del riesgo de la deuda pública en tal o cual país.
La estabilidad financiera se restablece con mayor trasparencia y los test de estrés en los bancos europeos, y no con gasto público a mansalva. Hoy, el riesgo pende mucho más del lado de la recesión de la crisis de la deuda que de la recesión de la reducción del gasto público.
Un economista que acabase de despertarse de un período largo de hibernación, que no supiese nada de la historia de los últimos diez años y que leyese el artículo de Wolf, se imaginaría un mundo en plena recesión con Gobiernos que obstaculizan la recuperación con políticas fiscales restrictivas.
Dicho hipotético economista se sorprendería bastante cuando fuese informado de que estamos en una fase de recuperación más sostenida de lo previsto y que países como Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia con un déficit del 10% del PIB o más, y deudas públicas que caminan hacia el cien por cien del PIB; que hay otros países como España, Grecia y Portugal con planes de salvamento más o menos activos; y que hay países como Italia con una deuda pública del 120% del PIB y que, por lo tanto, no puede permitirse deslizamiento fiscal alguno, mientras Alemania, muy prudente fiscalmente, está saliendo de la crisis mejor que los demás.
Alberto Alesina, profesor de la Universidad de Harvard.