En las trincheras, los disparos pasan por encima. La banca española se ha parapetado para capear su año más difícil. Los analistas esperan que nuestros bancos pierdan un 20 por ciento de su beneficio en el próximo trimestre. Muchos factores inciden para sembrar la incertidumbre sobre sus resultados.
La generación de ingresos se ha convertido en una tarea harto difícil y hay elementos que escapan al control de los banqueros, como la imagen inestable del país, que incluso penaliza la financiación de nuestras entidades más internacionales. La evolución de la morosidad es otro capítulo que abre incógnitas. Con unas tasas en el 5 por ciento, cuesta creer que se mantenga ahí si se compara con 1993, cuando se disparó hasta el 8 por ciento.
En parte, esto se explica porque las entidades han recurrido a las refinanciaciones, lo que supone dar una patada para adelante a las dificultades. Y el otro interrogante son los activos inmobiliarios. En 1993 ya se quedaron con muchos dando origen al venderlos a las Vallehermoso, Urbis y Metrovacesa.
Además, las provisiones ya son escasas en algunas entidades y tienen que dotarse. Algo que se comerá una porción del beneficio. Al mismo tiempo, se da una reordenación del sector financiero que la banca no quiere desaprovechar. Como francotiradores, aspiran a captar clientes arrebatándoselos a unas cajas en horas bajas. Con la rentabilidad tan corta, se opta por aumentar el volumen, incluso si eso implica asumir pérdidas en los primeros años. Les provee pasivo para colocarse a cubierto de los mercados. La semana que viene empezaremos a conocer sus resultados. Veremos los partes de bajas.