El Banco de España exige a las entidades financieras que cierren todas las sucursales que se encuentren en pérdidas. En principio, se trata de una medida lógica y bienvenida, pues entra dentro del ajuste que aún precisa nuestro sistema financiero.
Por un lado, España destaca como uno de los países que más presencia de sucursales tiene. El modelo español de banca comercial se traduce en muchos puntos de atención al cliente que luego se aprovechan para la venta de productos financieros. Pero en el caso de algunas cajas, éstas se han aventurado para crecer en territorios -muchas veces la periferia de las ciudades- donde ahora se dan las tasas de morosidad más elevadas.
Por otro lado, buena parte de nuestras entidades se han sometido a una terapia de fusiones sin haber concretado grandes recortes. De esta forma, el supervisor intentaría propiciar la segunda parte de la reestructuración, sobre todo de cara un futuro en el que el negocio va a resultar sensiblemente menor. La oficina que arroje pér- didas ahora no va a generar beneficios más tarde. Otro caso distinto puede ser el de algunas cajas rurales que presentan balances saneados y mantienen parte de su red para no dejar ciertas zonas sin servicios bancarios. Cualquier exigencia de reducción en el número de sucursales debería tener en cuenta esta realidad.
El Banco de España deberá examinar con cuidado si esas oficinas suponen un lastre para la salud de la entidad. La reordenación del sistema financiero está a medio camino. Y aunque ya se hayan cerrado casi un 25 por ciento de las oficinas en las cajas, esto no es suficiente. Todavía hay bastante sobrecapacidad instalada.