Opinión

Miguel Pérez de Ayala: Que viene el lobo de los impuestos...

Debo confesarles que cada vez que se presenta alguien del Gobierno hablando de impuestos me acuerdo del cuento del lobo; sí, ése en el que el pastor engañabobos gritaba repetidamente "¡Que viene el lobo!" y todo lo demás que ustedes ya sabrán. Al final, claro, el lobo llega, se pega el festín y todos se quedan sin ovejas.

Bueno, pues eso es lo que me pasa a mí; me imagino al personaje en cuestión (a veces la vicepresidenta, a veces el vicepresidente, a veces incluso el mismísimo presidente) avisando que viene el lobo, para ver cuál es nuestra reacción; y claro, uno ya se va cansando de tanta angustia, y poco a poco nos dejamos de creer estas cosas, hasta que de repente ¡¡¡zas!!! llegan los lobos (los impuestos) y se comen las ovejas (el patrimonio, los ingresos, las rentas).

Y claro, ustedes me dirán, ¿de quién es la culpa, del pastor engañabobos, de los pastores incrédulos, de las ovejas despreocupadas que pacen sin preocupación? Realmente el símil no es igual, no se vayan a creer, porque en el cuento (al menos en la versión infantil) los lobos no aparecían cuando el pastor malo quería, sino que éste se limitaba a engañar? Juzguen ustedes mismos.

Pero mira por donde que en Cataluña y Baleares han llegado los lobos, y nadie se ha enterado. Bueno, nos hemos enterado, pero nos han pillado pastando tranquilamente. Claro, dirá el pastor malo, es justo que el lobo se coma a las ovejas más gorditas (las que ganan más de 120.000 euros), porque así no tiene que dar un mordisquito a todas las demás.

El argumento, demagógico, pudiera resultar creíble; pero no olvidemos que las ovejas gorditas, por serlo, corren más, incluso se pueden ir a otro prado (por ahora el cuento sólo habla de lobos autonómicos). E incluso dado su poder de atracción (son ellas las que encuentran los pastos más suculentos, e incluso los crean) pueden arrastrar a las menos gorditas, que al fin y al cabo serán asalariadas de aquellas. Peor resultaría que dejasen de comer para convertirse en ovejas flacas, y así no ser atractivas al lobo, ¡qué paradoja! Además, ¿realmente las gorditas, que comen más, son las que tienen que alimentar al lobo? ¿No será verdad eso que dicen algunos (¡pobres liberales¡) que son tan necesarias las ovejas gordas para el lobo que no puede comérselas?

El otro día, en clase, hablando de las soluciones a la crisis, un alumno, gallego como el vice, me decía: ¿si las soluciones teóricas son tan lógicas, que un alumno de primero de Derecho puede intuirlas, por qué en España se hace tan mal? No pude más que callarme. Igual le pongo sobresaliente.

Miguel Pérez de Ayala es profesor de la Universidad San Pablo-CEU. Asesor fiscal.

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